Marzo de 2020
Glaciar Films es una productora que nace a fines del año 2013 como plataforma creativa para soporte digital, cine y televisión. A partir de esa fecha ha realizado piezas audiovisuales en distintos formatos: cortometrajes de ficción, documentales testimoniales, animaciones estereoscópicas, video instalaciones y spots publicitarios, entre otros. Actualmente realizan un trabajo vinculado a la conservación y difusión del patrimonio chileno, registros que han transitado por la arquitectura, las comunidades y los bienes culturales.
La productora fue creada por Diego Breit en Austria y al poco tiempo se sumó David Guzmán, ex alumno de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, como director Periodístico. Junto a David conocemos un poco más sobre el interesante trabajo que realiza Glaciar Films.
En plena exhibición de la serie Tráfico Ilícito por las pantallas de La Red TV ¿Cómo surge la idea de realizar esta producción?
Esta serie documental tiene seis capítulos y trata sobre el mercado negro de bienes culturales, en particular los que pertenecen a Chile y que han salido de manera ilegal principalmente a Europa y Estados Unidos .
La idea partió cuando en Caldera conocimos la historia del pelagornis chilensis, un ave fósil de 7 millones de años, la más completa del mundo, que había sido excavada en el desierto de esta ciudad-puerto y traficada a Tucson y luego a Frankfurt, Alemania. Todo lo que explica ese suceso es realmente una novela, así que pensamos transformarla en un documental. Pero al empezar a investigar nos dimos cuenta que no solo los fósiles eran parte de este lado oscuro de la cultura, también había tráfico de especies protegidas como la madera de alerce –el segundo árbol más longevo del mundo– o la fibra de vicuña –la más fina después del gusano de seda.
Y por último los meteoritos, que si bien no tienen leyes de protección, nos pareció pertinente por el debate sobre la compatibilidad de su comercialización con el estudio científico y la puesta en valor. Hace poco se encontró en el Desierto de Atacama un ejemplar de Marte, el primero en Chile, y prácticamente está esperando a ser vendido fuera del país.
Todos estos bienes llegaron a países como Suiza, Nueva Zelanda, Alemania, Francia y Estados Unidos. Y nos dimos cuenta que había méritos para hacer una serie por tres razones: el valor científico que a nivel mundial tienen todos estos objetos únicos en el mundo, el trasfondo cultural de cada uno de ellos con pueblos originarios o la gente que creció junto a estos bienes, y las increíbles historias de disputa o crimen que involucraron. Eso convierte a todas estas historias en historias universales.
¿Qué pasos tuvieron que seguir para lograr el apoyo del CNTV y la Red? ¿En qué se traduce este apoyo (financiamiento, difusión)?
Lo primero fue la investigación, incluso antes de conseguir el financiamiento. Este proyecto nos tomó casi cinco años, de manera que gran parte de ella la autofinanciamos. Así fuimos avanzando de a poco pero con grandes aciertos. Luego buscamos y conseguimos el apoyo de instituciones vitales para grabar la serie: la PDI y su Brigada de Delitos Contra el Medio Ambiente, CONAF, CONADI, entre otras, además de museos, universidades y otros organismos estatales en Chile y el extranjero. Y entonces formalizamos el proyecto: lo escribimos, grabamos un teaser y sacamos en cuenta del presupuesto que necesitábamos.
Reunimos todo y lo postulamos al fondo del Consejo Nacional de Televisión, porque hoy en día es el único que financia series de esta envergadura y nivel de producción. Sin ese fondo no podríamos haberlo hecho, pero afortunadamente nos adjudicamos una cifra alrededor de 140 millones de pesos.
Por otro lado, debíamos comprometernos con un canal emisor nacional y así nos unimos a La Red, porque encontramos un gran aliado en términos editoriales, vale decir, plena libertad en hacer la serie como nosotros quisiéramos. Nos ayudaron en la difusión y ofrecieron un buen horario de emisión: desde el 7 de marzo, todos los sábados a las 23:00, así que nos restan 4 capítulos por estrenar. También los estaremos subiendo a nuestro canal de YouTube, Glaciar Digital, después de cada estreno. Ya hay dos capítulos arriba que se pueden ver: momias Chinchorro y Fósiles. Y nos pueden seguir en Instagram como @glaciarfilms.
El tema del tráfico de patrimonio cultural es una problemática que no ha sido tan abordada o visibilizada ¿Qué fue lo que más les sorprendió durante el proceso de investigación?
Hay impactos iniciales que aparecen con la investigación: que existen personas que coleccionan restos humanos; que a las vicuñas las cazan, degollan y descueran para vender sus pieles; que miles de hectáreas de alerce se han quemado a propósito; que en el norte se han pagado millones de dólares por fósiles que la ciencia nunca conoció; y así.
Creo que para gran parte de la ciudadanía efectivamente es algo invisible, pero hay personas en organismos de fiscalización que sí conocen muy bien el problema, así que al final, no es que con la serie hayamos hecho grandes descubrimientos, aunque logramos algunos; más bien hicimos conversar a distintos personajes que giran en torno a los mismos intereses, pero que entre ellos jamás habían conversado.
Todos se abrieron a contarnos sus historias y versiones, y sin tomar partido de nadie los aunamos en un relato inédito. Contamos historias como no se había hecho antes. Al final eso resultó muy interesante: identificar al malo y el bueno se convierte en algo relativo, y quien vea cada capítulo puede formarse su propia opinión. Lo otro llamativo es darnos cuenta que muchos de estos bienes son únicos para la ciencia a nivel mundial: fósiles nunca antes vistos, meteoritos incomparables, especies que sólo se encuentran en Chile, etcétera.
En los casos de algunos capítulos, que ocurrieron hace algunos años atrás, pasó que los condenados –jurídica o socialmente– fueron personas que entraron en redes de tráfico no porque quisieran hacerse millonarios, sino porque encontraron en estos bienes una fuente de sustento para sobrellevar vidas difíciles: los cazadores en el altiplano, los leñadores de bosques nativos, los huaqueros en el desierto. Y los compradores que estaban en el último eslabón de la cadena, muchas veces salieron ilesos, aprovechándose de esta carencia de quienes están en el más bajo. Por suerte al día de hoy se ha avanzado bastante en materia persecutoria, pero dar cuenta de lo que pasaba en aquellos años deja una sensación extraña, de injusticia.
¿En qué otros proyectos están trabajando como Glaciar Films?
En los primeros dos años nos ganamos tres fondos, una cosa impensada. Dos fueron de producción: Tráfico Ilícito y Chiloé, que fue nuestra primera serie, sobre la arquitectura en madera del archipiélago y la cultura que vive en torno a sus Iglesias, que también se exhibió por La Red. Ambos proyectos ingresaron respectivamente al catálogo de distribuidoras en Europa, Autentic y Autlook.
El otro fondo fue para hacer la investigación de Civilization, que es nuestro próximo proyecto. Es una serie de cuatro capítulos sobre proyectos de arquitectura en distintos países, que entregan propuestas para solucionar y atender grandes desafíos para la humanidad: cambio climático, campos de refugiados, aumento del nivel mar, colonización espacial o vivienda social, entre otros temas que estamos por definir. Es una coproducción con Parox, Nikolaus Geyrhalter Filmproduktion y Panama Film, cuyo principal financiamiento lo conseguimos a través del canal europeo ARTE.
Hasta antes de la contingencia en salud teníamos planificado grabar el segundo semestre, pero ahora está todo muy incierto y veremos cómo se van dando las cosas. Es un proyecto muy emotivo, que proyecta a una disciplina que pareciera dura y cuadrada, con temas que nos involucran a todos.
A raíz de la revuelta social que explotó el pasado 18-0 y además con el auge del movimiento feminista en nuestro país ¿Debe el género documental o las producciones audiovisuales abordar estas temáticas? ¿Se abren oportunidades para nuevas creaciones?
Primero que todo habría que separar las áreas. Si bien yo estudié periodismo, me desenvuelvo en un campo que, en estricto rigor, no veo que tenga un deber. No me gusta hablar de deber, me parece algo impositivo. Quizás, sí tiene que ver con ser sincero y honesto con lo que a uno le interesa. Me parece un riesgo abocarse a hacer producciones sobre el despertar del país, el feminismo o el COVID-19 solo y únicamente porque es lo que nos está convocando mayormente como sociedad o porque si no lo hago me proyecto como alguien abstraído.
Para mí, tiene que haber un real interés en abordar la temática, unas ganas desbordantes de entregar un mensaje y de hacerlo de tal forma tal que nadie más lo hará, un punto de vista, una autoría sincera, comprometida y decidida. Cuando eso pasa, me parece necesario concretarlo, además de loable. No creo que los realizadores del documental Winter On Fire sobre la revolución en Ucrania, o el colectivo Lastesis con todo lo que han logrado, no hayan experimentado algo parecido a ese deber de ser consecuentes con lo que sintieron antes de transformarlo en algo.
Ahora, lo que sí me parece transversalmente necesario es un importante deber ciudadano: aprender, más que el de crear. Ahí sí me parece casi una obligación: leer artículos, ver entrevistas, participar en conversaciones aún cuando sea sólo de oyente, escuchar, entender. En definitiva es educación cívica y, sobre todo, intelectualizarse. En general cuando alguien habla de intelecto la gente reacciona como si se tratara de alguien soberbio o cognitivamente superior. Y no es eso. Todos tenemos intelecto y todos debiéramos alimentarlo.
Muchos sentimos que Chile tiene que cambiar, pero no sé si somos también capaces de explicar con nuestras palabras el porqué y sus aristas. Pareciera que es más fácil republicar en las redes lo que hacen otros y así nos hacemos creer que ya estamos listos. Debemos ser capaces también de interpretarlo y conversarlo. Ahí hay un tarea como ciudadano. Si voy a transformarlo o no en una obra, eso no me parece un deber.
Y bueno, también creo que en este momento es muy necesario hacer archivo, acumular información en distintos formatos de todo lo que está pasando. En materia audiovisual hay gente que lo está haciendo de manera muy honesta y comprometida, como el Colectivo Registro Callejero (CRC), el Mapa Fílmico de un País (MAFI), varios medios de prensa e incluso amigos y amigas que sin ningún presupuesto se han organizado para hacer videos informativos. Creo que es muy importante difundir y denunciar ciertas cosas con urgencia, pero también acumularlas junto con otras para que, en algún momento, las usemos cuando hayamos entendido mejor que en la actualidad el porqué de las cosas, y queramos explicarlas con un punto de vista.
EL APORTE DE LA ESCUELA DE PERIODISMO
En tu caso David ¿Cómo has podido vincular los conocimientos y lo aprendido en periodismo con tu trabajo en Glaciar Films? ¿Hay una preparación que permita proyectarse en el área audiovisual?
Es una buena pregunta, porque me exige especificar el aporte que puede hacer un periodista en el cine documental. Si me refiero estrictamente a un área técnica-audiovisual, creo que el aporte de la carrera no es mucho, aunque, por lo que veo en amigos colegas, sí es alto para quienes se integran a un periodismo televisivo tradicional, tanto frente como detrás de cámara: productor, reportero, conductor, editor... De hecho el software que uso para editar entrevistas es el mismo que usé en la Universidad, no al nivel de un montajista de cine por supuesto, pero el aprendizaje vino desde allí.
Lo interesante es que, según mi visión, un periodista en cine documental no debe ser un experto audiovisual. Hacer una producción de nivel implica trabajar en equipo, donde cada cual ejerce un rol en el que es especialista. No creo mucho en la figura del periodista que las hace todas, que anda con cámara, equipo de sonido, hace las entrevistas, monta y produce. Prefiero ser parte de una realización en la que sé que la cámara estará a cargo de un director de fotografía, que el montaje lo hará alguien que estudió para eso o que la mezcla de sonido la hará un sonidista o ingeniero.
En ese sentido, el periodista se convierte en un integrante imprescindible cuando sobresale en etapas claves de una producción: apoya en la escritura durante la postulación de proyecto, realiza una investigación acabada, puede escribir guiones y escaletas, realiza las entrevistas en terreno ya sea a un anónimo o al presidente de los Estados Unidos, o es capaz de reducir 30 horas de entrevistas a 40 minutos de conversación entre los entrevistados. De todas estas, creo que la más importante es la investigación. Un periodista en cine documental es la persona a quien el director del documental delegará la obtención del contenido y a quien pedirá una opinión cuando sea necesario eliminar o integrar trozos de información en un primer o segundo corte.
Fue un buen estímulo el ver documentales icónicos en ramos de televisión, para generar inquietud por el género. También la familiarización con el periodismo de investigación a través de la lectura de reportajes y el reporteo en profundidad. Los ramos de comunicación y cultura para transformar contenidos complejos en una narrativa amigable. El nuevo periodismo para entender cómo darle dramatismo a los hechos. Y por último, redacción. Qué importante es escribir bien. A fin de cuentas, esto se trata de contar historias, y para eso, primero las escribimos.
¿Qué consejos o tips le entregarías a las y los estudiantes de la carrera que hoy se interesan por trabajar y crear contenido en el área audiovisual?
Les diría que hay ramos que no están relacionados con el área audiovisual y que son tan importantes como los de televisión o documental. Cuando en la productora necesitamos ampliar el equipo con periodistas, lo que más valoramos es la curiosidad que nos sugieren sus intereses o el tipo de contenidos de los que les gusta aprender, mucho más que el dominio que tengan de una cámara o un software de edición.
Eso se cultiva ya desde el colegio o primeros años de Universidad. Nosotros con una conversación de media hora, podemos identificar quiénes se proyectan como una persona que llegaría a hacer buenas preguntas en una entrevista, que sacarían conclusiones interesantes a partir de una pre investigación, que conectarían ideas nuestras con referencias que ellos tienen por las películas que ven o los libros que leen.
Hay asignaturas que estimulan ese hábito de aprendizaje, curiosidad y análisis de las cosas. Michael Moore, antes que buen documentalista, es alguien que lo cuestiona todo.
¿Algún recuerdo especial o aspectos que te gustaría destacar de la formación en la Escuela de Periodismo o la PUCV?
En general recuerdo a los docentes de Periodismo con gratitud. Y sobre la Escuela, los primeros años me tocó en la Casita de Chocolate en Lusitania, para después pasar a Campus Curauma. Si bien el giro de ambiente fue grande, la calidez docente y de todo el personal fue siempre la misma.
Lo que sí fue un cambio radical y muy positivo fue el estándar infraestructural, con estudios de radio y televisión que cualquiera querría para ensayar antes de salir al mundo profesional. De eso recuerdo especialmente la libertad –responsable– que tuvimos para hacer proyectos que no formaban parte de ninguna asignatura, si no de las propias ganas con compañeros y compañeras que teníamos de hacer videos y pilotos de programas de televisión. Con el tiempo pienso que ese camino abierto que tuvimos para explorar en lo que nos gustaba, fue determinante para encontrar una vocación futura.
Equipo Red Alumni PUCV.