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Expertos de la PUCV descifran el código secreto que esconden los árboles

El Laboratorio de Dendrocronología y Estudios Ambientales del Instituto de Geografía analiza los anillos de crecimiento de los árboles y han descubierto que durante los últimos 400 años en el sur de Chile hubo sequías más fuertes que las actuales, sin embargo, nunca habían durado tanto tiempo.

Viernes 3 de noviembre de 2017

Expertos de la PUCV descifran el código secreto que esconden los árboles - Foto 1
Expertos de la PUCV descifran el código secreto que esconden los árboles - Foto 2

03.11.2017

Pocos saben que en la naturaleza, los árboles son verdaderas estaciones meteorológicas que en su interior almacenan información sobre cómo ha evolucionado el planeta durante cientos y también miles de años.

Los árboles son capaces de vivir largos periodos de tiempo formando un anillo de madera en su tronco cada año, por lo tanto cuentan con un registro temporal de cómo ha ido variando el ambiente a lo largo de su vida. Muchos factores ambientales que afectan su crecimiento se manifiestan en esos anillos, por ejemplo, los cambios en las precipitaciones, las sequías prolongadas, los incendios forestales, la acción de los volcanes y también las variaciones en los niveles de contaminación.

La disciplina científica que se encarga de estudiar los patrones de crecimiento de los árboles se denomina Dendrocronología. Nació en la década de 1920 a partir del trabajo de un astrónomo en la Universidad de Arizona en Estados Unidos. Como ámbito de investigación analiza los patrones temporales que se reflejan en el tronco por procesos biológicos, químicos y físicos. Con el uso de sofisticados equipos y softwares, hoy además es posible fechar exactamente la edad de la madera y estudiar la evolución del clima año a año por largos periodos de tiempo.

Al interior de la PUCV, funciona el Laboratorio de Dendrocronología y Estudios Ambientales del Instituto de Geografía, equipo que es dirigido por el profesor Ariel Muñoz, quien junto a su equipo ha desarrollado una serie de investigaciones en el centro y sur de nuestro país.

Recientemente, lograron datar la primera araucaria con más de mil años en Chile, que se ubica al interior del Parque Nacional Conguillío en la región de la Araucanía. También han trabajado reconstruyendo la evolución de los caudales de importantes ríos del país, como el río Biobío, Imperial, Maule y Puelo, además de datar la madera de las antiguas iglesias patrimoniales de Chiloé.

“En Chile el Alerce, por ejemplo, puede vivir más de 4 mil años, siendo la segunda especie más longeva del mundo. Muchas especies en los bosques nativos de Chile pueden vivir cientos de años e incluso algunas como el ciprés de la cordillera o la araucaria, pueden superar los mil años, ratificando el potencial de las especies nativas para el desarrollo de estudios dendrocronológicos, tanto para aportar información ambiental como para estudiar el comportamiento de los bosques frente al clima” agregó el investigador Ariel Muñoz.

IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN CHILE

Los científicos se han percatado que los árboles tienen patrones de crecimiento que responden a la variabilidad del clima. Algunos años sus anillos son más anchos y otros más angostos, pues responden de manera directa a las variaciones del clima, como ocurre con los años húmedos y secos, respectivamente. Si durante un periodo del año hubo mucha lluvia, el anillo será más ancho pues el árbol crecerá más, pero si hay sequía el anillo será más angosto. Esto afecta de similar forma a los árboles de una misma región geográfica.

Los expertos de la PUCV han vinculado el crecimiento de los árboles con la disponibilidad de agua. Con esta información y usando modernos sistemas informáticos han podido reconstruir los caudales de los ríos en el sur de Chile durante largos períodos de tiempo, de más de 400 años, tomando registros en antiguas araucarias y cipreses de la cordillera, especies que son altamente sensibles al clima.

“Hemos reconstruido los ríos Biobío e Imperial y los hemos comparado con los ríos Maule y Puelo. Se ha identificado que las sequías en la mayoría de estas grandes cuencas se han hecho recurrentes a partir de 1900 y en especial durante la segunda mitad del siglo XX. Antes una sequía intensa podía ocurrir cada 10 o 20 años. Hoy pueden ocurrir entre tres y seis años. A futuro, va a ser cada vez más frecuente experimentar condiciones de sequía en el clima”, advierte Muñoz.

En las investigaciones realizadas por el Laboratorio de Dendrocronología y Estudios Ambientales de la PUCV también es posible apreciar que los árboles son verdaderas estaciones de calidad del aire. No sólo proveen sombra, reducen contaminación acústica, protegen del viento y reducen los niveles de CO2, además prestan otro servicio ambiental, muchas veces poco reconocido: servir como monitores de los cambios en el ambiente.

“Este servicio ambiental que puede prestar un árbol es de gran valor y bajo costo. Los estudios de los anillos de los árboles nos pueden ayudar a entender cómo ha variado la contaminación en el pasado debido a que las partículas que están en el aire o en el agua pueden ingresar al árbol por las raíces o las hojas dejando una huella en la formación de los nuevos tejidos del tronco, como son los anillos de crecimiento. Por otro lado, las variables ambientales que afectan a un árbol son las mismas que regulan los caudales de los ríos: la temperatura y la precipitación. Ambos son parte de un mismo ciclo hídrico y responden a las mismas condiciones del clima”, agrega Muñoz. 

A escala local, los expertos están conformando con otras universidades el Observatorio de Cambio Climático que surgió como una iniciativa del Gobierno Regional para tener una comunicación más fluida entre los servicios públicos y los científicos de las universidades además de estar más actualizados a la hora de proponer políticas públicas locales asociadas a la adaptación al cambio climático. Es una de las primeras regiones del país en intentar crear una instancia de estas características. 

“Nuestro desafío es acercar nuestro trabajo a quiénes toman decisiones y difundirlas en distintos niveles de la sociedad. Hay que poner en valor además a los árboles que tenemos en las plazas, pues algunos tienen más de 100 años. Son los seres más antiguos de la ciudad y son un patrimonio natural. Nuestro laboratorio intenta acercar el valor que representan los árboles en la perspectiva histórica y ofrecer además una mirada más amplia al cambio climático, entendiendo cómo ha evolucionado el clima en el planeta, ofreciendo también insumos para enfrentar el aumento de la contaminación, además de contribuir a la conservación del medioambiente y los ecosistemas nativos”, concluyó.  

Por Juan Paulo Roldán

Dirección General de Vinculación con el Medio

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