Prevención de la violencia de género: avances y tareas pendientes
22.11.2022
Se acerca el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y más que los avances, esta conmemoración nos invita a replantearnos qué se está haciendo desde diferentes veredas para frenar la violencia contra las mujeres y las niñas.
Según la ONU Mujeres, una de cada tres mujeres se ve afectada por algún tipo de violencia de género y cada 11 minutos una mujer o niña muere asesinada por un familiar.
Desde este complicado escenario, conversamos con la abogada y docente Dagmar Salazar, quien se desempeña como Defensora Laboral en la Corporación de Asistencia Judicial de la Región de Valparaíso y como profesora en diferentes áreas, entre las que destaca ‘Derecho y Género’ y ‘Derecho del Trabajo y Seguridad Social’ en nuestra Casa de Estudios y la Universidad de Valparaíso.
¿Por qué crees que es importante que las instituciones públicas y privadas tengan enfoque de género y en qué se traduce?
En primer lugar porque se toma conciencia de lo que es el género y se establece qué representaciones tenemos de lo que un hombre y una mujer deberían ser, así como también su rol en la sociedad. Las mujeres están asociadas a las actividades reproductivas y de cuidado, mientras que los hombres a las actividades productivas.
Si bien esto surge en el ámbito doméstico, se replica en lo público. Primero porque nos encontramos con que las mujeres en lo laboral asumen ciertos tipos de trabajo y los hombres otros, que es lo que se llama segregación laboral y que produce la famosa brecha de género, causando que las mujeres tengan una remuneración inferior.
Por otra parte, las instituciones públicas también están permeadas por estos prejuicios. La herramienta para reconocer esa desigualdad en el efecto se llama transversabilidad y permite apreciar cómo una política pública afecta de manera diferente a un hombre y una mujer o bien reconocer si afecta de manera desigual.
Esta herramienta sumada a otras de carácter estadístico permitirían elaborar políticas públicas tomando esas consideraciones, desarrollando medidas adecuadas para hombres y mujeres.
En la justicia por ejemplo, los horarios de atención coinciden con el desarrollo de labores de cuidado y trabajo, entonces quizá deberíamos pensar que el acceso a la justicia se extienda a los sábados, por ejemplo. O que el acceso online a la justicia sea más amistoso, porque está demostrado que hay una brecha digital.
Sobre la violencia de género. ¿Cómo podemos abordarlo en etapas tempranas para detectar las microviolencias?
Un ejemplo que yo uso en mis clases, es esto que pasa cuando tu pareja te llama constantemente. Al principio dices ‘vive pendiente de mí’, pero después te pide fotos de donde estás, se enoja cuando tardas en responder o se molesta cuando le dejas el ticket azul en Whatsapp.
En España utilizan una explicación muy clara: la escalera de la violencia. A través de esta figura explican el continuo incremento de la violencia, que es muy sutil al principio. Es necesario que las mujeres reconozcamos los primeros escalones, porque el último es el femicidio y la muerte.
Cada escalón que suben juntos es un control más en la pareja. Esto lo hace cada vez más poderoso sobre la víctima y al principio ni siquiera lo vas cuestionando. El problema es que existe este estereotipo de cómo debería ser una mujer violentada: con la autoestima baja y ojalá con el moretón en la cara, pero el problema es que no siempre es así. Además influyen un montón de factores, como el lugar de dónde vienes o tu situación socioeconómica.
Quizá también se ve el espacio de la Universidad como un lugar donde la violencia no llega tan lejos, por el nivel educativo de las mujeres ¿cómo hacemos para prevenir y abrir los espacios?
El problema que tenemos acá es que son una generación joven, entonces piensan que no vamos a cometer el error de los padres porque están estudiando, reciben educación y deberían estar más preparadas para enfrentar y reconocer la violencia.
No siempre es así, porque a la vez están en una edad en que se busca el amor, están cruzadas por el romanticismo y estas ideas de cómo debería ser un hombre, lo que se convierte en un terreno fértil para caer en la violencia de género.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer? Tan sencillo como hablar. Retomando el ejemplo del Whatsapp, en mi sala pueden haber 30 mujeres y quizá a 24 no les hace ruido, pero hay 6 que sí y esas ya van a cuestionar cuando el pololo les pida una foto o cuando vean que a una amiga le pasa.
Con todos los programas de prevención y la conversación sobre el tema, siguen aumentando las cifras de feminicidios ¿qué se puede hacer desde la institucionalidad?
No quiero crucificar a las instituciones porque se están tratando de tomar medidas como no revictimizar o preparar a ciertos fiscales que se dediquen de manera exclusiva a esta área.
A carabineros también los están preparando para recibir denuncias a través de un curso de género, pero no es lo mismo el funcionario rural de Chaitén que el que está en Santiago Centro y no se da la educación de manera diferente: primero hay que mirar dónde vas a enseñar y luego abordarlo. Cuando he tenido la posibilidad de participar en este tipo de instancias siempre hablo desde la realidad porque entienden más fácil cuando lo llevas a su esfera íntima. Les pregunto ¿Cómo quisieras que atendieran a tu hija o esposa en esa situación? Más que las técnicas, hace falta una política con perspectiva de género.
Hay algo que te gustaría agregar…
Me llama la atención que en noviembre se celebra el Día del Hombre y se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Muchos hombres me han preguntado si pueden ser víctimas de violencia de género y yo creo que los hombres pueden ser víctima de violencia a secas: doméstica o constitutiva de un delito, pero no de género porque nunca la reciben solo por ser hombres.