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Niños se convierten en “Guardianes del Oxígeno” para proteger el Estero El Sauce en Laguna Verde

En Laguna Verde, donde el Estero El Sauce cruza bosques, laderas y pequeñas huertas antes de encontrarse con el mar, un grupo de estudiantes decidió asumir un papel tan inesperado como urgente: convertirse en detectives del oxígeno, aprendices de ciencia y guardianes de un ecosistema que respira —y también se agota— en silencio.

El proyecto de Vinculación con el Medio “Guardianes del Oxígeno: Detectives del Estero El Sauce”, dirigido por la Dra. Marcela Cornejo, académica de la Escuela de Ciencias del Mar de la PUCV, y la Dra. Macarena Díaz postdoctorante del Núcleo Milenio DEOXS, llevó a estudiantes de 5° a 8° básico de la Escuela Intercultural de Laguna Verde a estudiar, directamente en terreno, cómo varía el oxígeno disuelto y qué implicancias tiene para la vida del estero.

“Entregamos sensores de oxígeno y temperatura para que ellos mismos pudieran registrar los cambios entre invierno y primavera”, explica Cornejo. “Queríamos mostrar por qué el oxígeno es crucial para la salud del ecosistema y qué ocurre cuando comienza a disminuir”.

La motivación iba más allá de una actividad pedagógica. El DEOXS investiga la desoxigenación del Pacífico Sur Oriental, un proceso silencioso y creciente que ya impacta zonas costeras de Chile. “Para nosotros era relevante no solo avanzar en la investigación, sino también retribuir a la comunidad y promover conciencia ambiental desde temprana edad”, añade la investigadora.

Ciencia al aire libre

Durante varios meses, los niños visitaron distintos puntos del estero, registrando temperaturas, saturación y niveles de oxígeno. Observaron insectos, algas, aves y variaciones en coloración y olor. Descubrieron que el estero “respira” distinto según la estación, la hora del día y la temperatura.

“Los estudiantes iban motivadísimos. Luego, en la escuela, analizamos cómo cambiaban sus datos entre agosto y diciembre”, comenta Cornejo. “Aprendieron que, cuando sube la temperatura, suele bajar el oxígeno, y eso afecta directamente la vida del estero”.

Para David Navia, profesor de ciencias naturales y encargado del sello medioambiental de la escuela, el proyecto llegó en el momento preciso.
 “Hemos trabajado años en temas ambientales. Este 2024 logramos certificar la escuela ambientalmente hasta 2029, así que la pertinencia es total”, afirma.

Sin embargo, subraya algo aún más importante: el valor del aprendizaje significativo.
 “Cuando los niños reciben conocimiento directamente de investigadores, el impacto es distinto. Salir del aula, trabajar en terreno, tener a futuros científicos acompañándolos… eso cambia su relación con la ciencia”.

El estero como sala de clases

Para muchos estudiantes, la experiencia significó leer su propio territorio de manera completamente nueva.

Carolina, alumna de séptimo básico, lo expresa con una claridad que cualquiera envidiaría:
 “Aprendí a medir oxígeno y saturación. Y entendí que, si contaminamos el estero, después ya no habrá vida ahí”.

En un ecosistema presionado por actividades humanas, contaminación difusa y cambios climáticos, esta comprensión temprana es clave. Los niños, señala Cornejo, se convierten en “guardianes” porque ahora saben lo que está en juego.

“Buscamos que transmitan este conocimiento y que, en el futuro, puedan aportar activamente al cuidado de su entorno”, enfatiza.

En la actividad también participaron estudiantes de Oceanografía de la Escuela de Ciencias del Mar de la PUCV, además de investigadores postdoctorales y estudiantes del Magíster en Oceanografía, quienes aportaron con apoyo técnico, acompañamiento en terreno y análisis de datos, enriqueciendo la experiencia educativa en cada etapa.

Ciencia, comunidad y futuro

Para Navia, este tipo de iniciativas construye una relación estratégica entre la escuela, la universidad y la comunidad local.
 “Estas redes no sólo fortalecen el aprendizaje de los niños; también fortalecen a la localidad. Generan pertenencia y compromiso ambiental”.

Cornejo coincide:
 “La desoxigenación es un desafío global que se vive localmente. Por eso trabajar con las comunidades es esencial: sólo así el conocimiento científico puede transformarse en conciencia y acción”.

Mientras el agua del Estero El Sauce continúa su camino hacia el mar, los nuevos detectives siguen atentos.

 Ahora pueden medir oxígeno, leer una gráfica y explicar qué ocurre cuando los niveles caen. Pero, por sobre todo, han aprendido algo fundamental: cuidar su entorno es también cuidarse a sí mismos.