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Dra. Giselle Muschett Rivera: “la Ciencia es un idioma que nos une, independiente de la cultura y herencia de las personas”

A partir de abril del año pasado y gracias al apoyo del Instituto de Biología y del profesor Gastón Carvallo, del Laboratorio de Ecología Vegetal de la PUCV, trabaja como investigadora postdoctoral en el proyecto titulado Cambios en la diversidad y abundancia de polinizadores en los ecosistemas mediterráneos de Chile central post-incendio*

Desde la biología, el principal interés de Giselle Muschett es la ecología conductual y las relaciones entre polinizadores y plantas. Actualmente, se encuentra colaborando con el trabajo que realiza el Dr. Francisco Fontúrbel, del Instituto de Biología PUCV, recopilando información sobre polinización en Chile. Espera que todo esto la lleve a responder muchas preguntas sobre las redes de interacción de animales y plantas.

“Como extranjera, declara la doctora Muschett, estoy muy agradecida por la oportunidad que tengo de ejercer mi profesión en Chile y por el apoyo brindado para poder darme el tiempo, la libertad y los recursos que me permitirán realizar publicaciones. Constantemente los investigadores estamos en terreno y no tenemos el tiempo para publicar. Gracias al postdoctorado tenemos el espacio, el acceso a la biblioteca y a leer con calma. Quisiera lograr también otros objetivos, como presentar un proyecto Fondecyt en el corto plazo”.

 En un inicio, la idea de Giselle era estudiar los cambios que se producen en las relaciones que se dan entre polinizador y planta a consecuencia de los incendios forestales, cada vez más frecuentes en nuestro país. No obstante, en conversaciones posteriores de ella con el grupo investigador se dieron cuenta que era muy ambicioso el tema, en toda su amplitud, considerando que hay muchos vacíos de información. “Así es que para el Fondecyt nos enfocamos a estudiar el picaflor chico (Sephanoides sephaniodes), por su importancia como principal polinizador aviar de Chile”.

 ¿Cuál diría usted que es la mayor importancia de su investigación?

“Uno solo protege y valora lo que conoce, si no conoce su entorno, no lo valora ni lo protege. Ese es el reto que tenemos como científicos: poder divulgar la importancia de la investigación. Ante el tema del cambio climático, dada una tasa de extinción bastante elevada, debemos generar la información que permita desarrollar políticas que nos ayuden a conservar nuestra biodiversidad a largo plazo, o simplemente vamos a perder todo esto sin saber siquiera qué es lo que estamos perdiendo”.

 Agrega: “hay interacciones entre animales y plantas que son sumamente importantes para la salud de nuestros ecosistemas a largo plazo, que ni siquiera entendemos, y uno de los desafíos es poder involucrar a la sociedad civil a apoyarnos en temas científicos, a encontrar el valor de descubrir, maravillarnos con lo lindo que es la naturaleza. Yo, como panameña, viviendo en un país del trópico con tanta biodiversidad, estoy en Chile precisamente porque en Panamá se valora muy poco la investigación. Es cierto que estamos bien encaminados, hay destellos de esperanza, pero nuestras universidades son reacias a hacer investigación. Están más enfocadas en la enseñanza, que es muy relevante, pero necesitamos que nuestros profesores y nuestra academia le dé sentido a la investigación y que se destaque lo autóctono. Chile nos lleva algo de ventaja. Acá he podido encontrar oportunidades para la investigación que en mi país no hubieran sido posibles, por más que Panamá sea un país tropical y tengamos mucha más biodiversidad a nuestro alcance”.

 ¿De dónde nace su interés de estudiar biología?

“Soy de la ciudad de Panamá; desde muy chica me ha encantado el mundo natural. No sé de dónde viene esa veta. Mi mamá es contadora, mi papá es profesor de filosofía. Él siempre vinculado a la academia, a la educación, pero nada que ver con temas biológicos. Sin embargo, me dejaron ser y explorar esta área. Cuando dije que iba a ser bióloga, mi mamá se preocupó, porque dijo que me iba a morir de hambre, y mi papá respondió: ‘nadie se va a morir de hambre haciendo lo que ama’. Esa fue una gran lección”.

 ¿Cómo surge la necesidad de seguir profundizando en sus estudios académicos?

“La carrera en la universidad de Panamá es muy buena, pero limitada. Te preparaban muy bien para ser profesor de biología, algo muy necesario e importante, pero yo quería algo más. Quería entender el comportamiento animal y sentía que la pedagogía no era mi enfoque, así es que pedí un préstamo con intereses muy bajos, más otra pequeña beca, y pude hacer mi pregrado en la Universidad de Florida, al norte de Orlando, en Estados Unidos. Con todos los ramos que tuve me sentía como pez en el agua. Al volver a Panamá, porque la beca te exige volver, trabajé mucho tiempo en la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza, donde recorrí todo Panamá y tuve el privilegio de ir a zonas donde poca gente ha ido. Conocí a personas en condiciones muy básicas, que no tienen nada y te lo ofrecen todo. Muy contrapuesto a lo que se piensa en la ciudad; es gente muy preocupada por sus cuencas, por sus cultivos y recursos naturales. En aquella oportunidad contratamos lugareños que nos mostraban los caminos.  Por mucho que lleváramos GPS, mapas y educación ambiental universitaria, necesitábamos que nos guiaran. No tiene precio el hecho de poder aprender de la población local y que la gente de esos territorios estuviera abierta a la experiencia. Pienso que toda persona que no conoces sabe algo que tú no sabes; entonces hay que ser receptivos. No sirve llegar con aires de grandeza o creerse superior”.

 Luego comenta, “trabajé muchos años en una ONG de Panamá, donde estudiábamos relaciones ecológicas dentro de las áreas protegidas. Después de cuatro o cinco años me di cuenta de que faltaba descubrir más, de todo lo que existe en la biodiversidad panameña, que es tan rica. Ahí fue cuando sentí la necesidad de adquirir otras herramientas y cuando busqué el magíster en recursos naturales aquí, en Chile. Averigüé en muchos programas de magíster de diversos países y me quedé con el que ofrecía la Universidad Católica de Chile”.

 Cuando cursaba este postgrado en Chile, Giselle conoció al que ahora es su esposo: “compañero de vida, de aventuras y de compartir el mismo magíster. Aunque él es ingeniero forestal, tenemos temas muy similares. Entre los compañeros de aquella época nació un grupo muy unido, hasta el día de hoy. Mis amigos en Chile son los de ese magíster (2006 y 2008)”.

 Y Giselle continúa: “Terminada esta etapa quedé con gusto a poco. Regresé a Panamá, me puse a trabajar, pero seguía con la sensación de que faltaba algo, que necesitaba encabezar una investigación propia de principio a fin. Mientras tanto, a mi esposo le salió una beca para hacer un doctorado en Nueva Zelanda. Lo acompañé en su aventura y después, cuando me salió inesperadamente a mí la beca en Australia, él me acompañó. Los últimos dos años del doctorado nos radicamos en Sídney y terminé mi proyecto sobre saltamontes”. 

 ¿Qué importancia han tenido en su carrera científica las becas y de qué manera los recursos destinados a la Ciencia aportan al beneficio de las sociedades?

“Toda mi carrera la he realizado con beca, desde el pregrado que hice en Estados Unidos, el magíster de acá, el doctorado en Australia y ahora agradezco profundamente el apoyo que me entrega la universidad (PUCV) con la realización del postdoctorado, ya que yo tenía dos manuscritos en producción que no había podido sentarme a terminar por falta de tiempo. Es un alivio saber que se reconoce la necesidad de que en este trabajo se requiere sueldo y tiempo. Son las cosas que más agradezco”.

 La investigadora señala que, si el estudio de la ciencia no se divulga, queda todo guardado. “A la larga, la importancia de la labor de la ciencia es poder enseñar a desarrollar el pensamiento crítico, porque la ‘torre de marfil’ no nos sirve de nada. Hay que publicar, ya que es algo tangible con lo que yo le puedo decir a la Universidad lo que se ha avanzado en materia científica. Por ejemplo, la iniciativa de Mil Científicos Mil Aulas, los talleres de verano en los laboratorios con profesores que despiertan la imaginación, la curiosidad; o poder tener foros más informales para hablar de las investigaciones, también ayudan a acercar el conocimiento científico a la sociedad. Como científicos a veces pecamos de encerrarnos en nuestros laboratorios y de no saber traducir nuestro trabajo, en términos no tan técnicos. Por ejemplo, para un arquitecto o ingeniero civil su trabajo es visible en la ciudad; pero, cómo hacemos para que se valoren conceptos como herencia, ecología humana o conciencia ecológica”.

 ¿De qué manera haber estudiado en distintos lugares del mundo ha influido en su labor científica?

“La labor científica me ha dado una perspectiva muchísimo más amplia. La endogamia académica nunca es buena. Ojalá todos tuviéramos la oportunidad de salir de nuestro país. No sólo por los vínculos académicos que uno hace, sino porque uno se enriquece en la medida que aprende otras maneras de ver el mundo. El intercambio cultural es muy importante, ya que nuestras diferencias se achican cuando uno sale. Lo que tenemos en común es mucho más valioso que las diferencias culturales o políticas que tengamos. Gracias a Dios la Ciencia es un mismo idioma, es observación, experimentación, análisis de datos, resultados. Independientemente de tu cultura y herencia, es un tema que nos une”.

 A juicio de la Dra. Muschett, en América Latina tendemos a no tener fondos para todo, lo que nos hace un poco más creativos. “En los países más desarrollados, al disponer de todo el implemento y equipamiento necesario, tienden a pensar la investigación de otra manera. Entonces creo que hay una buena combinación, por un lado, de abrir la mente y, por otro, poder aportar ideas distintas acerca de cómo hacer la ciencia, porque ante la carencia nos las arreglamos, no necesitamos equipos complicados, no necesitamos comprar las cosas hechas. Somos buenos para abaratar costos. Si hay algo que puedo recomendar es que busquen lo nuevo. Viajar es bueno para el alma, no lo cura todo, pero hace crecer, abre puertas a experiencias distintas. A veces no sabemos lo afortunados que somos hasta que vemos carencias en otros lugares, y lo digo justamente ahora que Chile está en un período de transición hacia algo mejor -quisiera pensarlo yo- y que espero sirva para abrir la puerta a cosas mejores. Siento como extranjera que hay reclamos legítimos y que es necesario tener en cuenta el uso racional y sostenible de todos nuestros recursos y que las futuras generaciones no paguen las consecuencias de malas decisiones”.

 

¿Cuál es el rol de la ciencia en las decisiones que definen el futuro de las próximas generaciones?

“Siento que en Chile hay muchas oportunidades, pero si los que toman decisiones no ven el valor de la ciencia, lo primero que cortan son los proyectos científicos y el apoyo a la investigación. Hay una idea errónea acerca de la utilidad de la ciencia, porque normalmente uno no parte de una idea de utilidad, hay muchos ejemplos de experimentos que no partieron con la idea de hacer algo para mejorar el mundo. Se les permitió probar, experimentar, ser. Algo que hicieron mis padres, que me permitieron ser, que a mi esposo y a todos mis compañeros. Nos dejaron jugar con la ciencia. Yo entiendo que para la sociedad civil es super difícil entender para qué o de qué sirve investigar, por ejemplo, al saltamontes o al picaflor. La visión utilitaria que tenemos es muy dañina para nuestro entorno; no todo es útil, la naturaleza tiene derecho a vivir porque sí. Es decir, de qué te sirve un delfín o un atardecer. No te sirve de nada, pero te alimenta el alma. Muchos de los descubrimientos que hoy en día son comercializables no surgieron a raíz de algo que estábamos buscando. Querer tener un producto final al principio de una investigación es muy difícil, es una manera errada de financiar la ciencia.

  *Resumen abreviado de investigación postdoctoral Dra. Giselle Muschett Rivera

Los ecosistemas mediterráneos están caracterizados por una rica complejidad espacial y alta biodiversidad. La zona central de Chile alberga el único ecosistema mediterráneo del país, pero es justamente esta zona la que ha visto los mayores cambios a consecuencia de la expansión urbana: perturbaciones de hábitat, especies invasivas, y los intensos incendios de los últimos años. A nivel de ecosistemas, los incendios representan una de las fuerzas transformadoras de mayor impacto, produciendo matrices complejas para la regeneración y restauración ecológica. En los últimos años ha aumentado la preocupación por la conservación de especies de polinizadores a nivel mundial. Existiendo una falta de datos que muestren cómo están estructuradas estas comunidades y su respuesta a los impactos negativos, especialmente en los ecosistemas Mediterráneos. Utilizando la secuencia cronológica de hábitats con diferentes edades post-incendio, el objetivo de este estudio es evaluar los cambios en la diversidad y abundancia en las comunidades de polinizadores y sus plantas, desde el momento de un incendio reciente hasta la recuperación de la vegetación. Además, debido a que la producción de néctar es uno de los factores claves en relacionar la estructura de las comunidades de polinizadores con la reproducción de las plantas, se evaluará su disponibilidad entre especies de plantas en la crono-secuencia propuesta. Se espera que inicialmente un incendio tenga un efecto negativo sobre las comunidades de plantas, producción de néctar, riqueza y abundancia de polinizadores, con un alza paulatina en estos descriptores a través del tiempo. Se propone ejecutar este proyecto de investigación en dos etapas. Durante la primera etapa (año 1) se postulará al proyecto FONDECYT de postdoctorado y se definirán los sitios de estudio. Durante la segunda etapa (años 2 a 4) se ejecutará la recopilación de datos, análisis y publicación de los resultados en revistas WoS. Además, se plantea asistir a congresos internacionales, así como participar en instancias de difusión de los resultados a la comunidad no-académica.