Misa inicio año académico 2025
Homilía del Gran Canciller PUCV, Monseñor Jorge Vega Velasco.
Queridas hermanas y hermanos en Cristo.

En esta Solemnidad de la Anunciación del Señor, fiesta de la Encarnación del Verbo, la Iglesia nos invita a contemplar ese instante en que María pronunció su fiat, su sí generoso y confiado: “Aquí está la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Ese sí, no fue fruto de la improvisación ni de la inercia, sino el resultado de una vida abierta al misterio de Dios, atenta a su voluntad y dispuesta a colaborar en su designio de amor.

El salmo que hemos proclamado hoy (Sal 39, 7-11) pone en boca del justo, del enviado, las palabras que resumen toda vida verdaderamente cristiana: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Ese versículo tan breve, pero tan hondo, puede ser un programa de vida personal, eclesial y también institucional.

Hoy, al celebrar el nonagésimo séptimo aniversario de nuestra Universidad, y los cien años desde la bendición de la primera piedra de su Casa Central, escuchamos este salmo como comunidad universitaria, y lo hacemos a la luz de tres grandes realidades: el Jubileo de la Esperanza que vive toda la Iglesia convocado por el Papa Francisco, las elecciones que se aproximan en nuestra vida nacional y prontamente en nuestra comunidad universitaria, y el centenario de la Diócesis de Valparaíso, de la cual dependemos eclesialmente como institución católica.
I. EL JUBILEO DE LA ESPERANZA: Renovación, Perdón, Reconciliación
Como bien sabemos, la Iglesia universal se prepara para vivir en este año 2025 el Jubileo de la Esperanza, convocado por el Papa Francisco. En continuidad con los jubileos anteriores, este es un tiempo de gracia para toda la Iglesia, un momento para volver al centro del Evangelio y renovar nuestra vocación cristiana. El jubileo nos invita a vivir tres dimensiones fundamentales: la renovación espiritual, el perdón, y la reconciliación.

Renovación espiritual, porque como comunidad universitaria católica somos parte activa de la vida de la Iglesia. Renovarnos espiritualmente implica reavivar nuestro compromiso con el Evangelio, examinar con verdad nuestra relación con Dios y con los demás, y renovar el sentido profundo de nuestra misión educativa: buscar desinteresadamente la verdad con pasión, con honestidad y con apertura a
la fe.

En este mismo espíritu, deseo invitar especialmente a nuestra comunidad universitaria a redescubrir y poner en valor la formación espiritual y ética que nace de una visión teológica y filosófica profunda. En un mundo fragmentado y tentado por el pragmatismo, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso está llamada a cultivar una sabiduría que no solo busque resolver problemas, sino que mire al ser humano en su totalidad. El diálogo entre fe y razón, entre ciencia y espiritualidad, es parte constitutiva de nuestra identidad. Promover
espacios de reflexión teológica y filosófica no es algo accesorio: es esencial para formar personas integrales, capaces de discernir con libertad, de servir con generosidad y de transformar con esperanza la sociedad desde una conciencia ética bien formada.

El perdón, tal como nos lo recuerda san Juan Pablo II en Dives in Misericordia, es parte esencial de toda vida cristiana, y también debe permear la vida educativa: “Cristo enseña a perdonar siempre... cuántas veces repetimos las palabras de la oración que Él mismo nos enseñó, pidiendo: ‘perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores’” (n.13).

Nuestra Universidad, en este tiempo jubilar, debe ser también un espacio que enseñe y promueva la misericordia y la justicia social, donde no solo se transmite conocimiento, sino también valores que dignifican a la persona y restauran vínculos rotos.

Y, en tercer lugar, el Jubileo es una ocasión privilegiada para el diálogo y la reconciliación. En tiempos de polarización, de desconfianza y fragmentación, somos llamados a ser artesanos de comunión, constructores de puentes. Una universidad católica debe ser un lugar donde se cultive el pensamiento crítico, sí, pero también el respeto mutuo, la fraternidad y la escucha.

En este contexto de gracia jubilar, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso está llamada a ser, más que nunca, un signo de esperanza, como nos invita el Papa: esperanza para los jóvenes, para la sociedad, para la Iglesia misma. Por eso, invito a toda la comunidad universitaria —autoridades, profesores, estudiantes, trabajadores y alumni— a participar activamente en las actividades locales del Jubileo de la Esperanza, organizadas y animadas con entusiasmo por la Pastoral PUCV. Estos espacios de oración, reflexión y compromiso cristiano nos permitirán vivir este año jubilar no solo como un acontecimiento externo, sino como un tiempo de renovación personal e institucional.
II. ELECCIONES NACIONALES Y UNIVERSITARIAS: Confianza,diálogo, participación
Este año viviremos procesos electorales importantes, tanto a nivel nacional como dentro de nuestra casa de estudios. Y lo hacemos en un contexto marcado por una crisis de confianza, que afecta a muchas instituciones y relaciones. Frente a esto, como creyentes, afirmamos que la confianza no es una ingenuidad, sino una virtud profundamente cristiana. Como decía Santa Teresa de Jesús —cuya figura nos acompaña en esta capilla universitaria—: “La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor”. En tiempos de discernimiento y decisión, como los que se aproximan, debemos vivir desde la fe, con responsabilidad, prudencia y esperanza. Reconocer la diversidad de opiniones, de sensibilidades, de enfoques, no como un obstáculo, sino como una riqueza, que refleja la pluralidad del Cuerpo de Cristo.

En nuestra Universidad, contamos con un espacio democrático único, que nos permite elegir nuestras autoridades en un marco de libertad, respeto y participación. Este espacio no es solo un privilegio; es una responsabilidad institucional y moral. Es también una oportunidad de formar ciudadanos comprometidos, responsables y dialogantes, capaces de irradiar estos valores en toda la sociedad. Este tiempo nos interpela a construir una Universidad que sea, además de un modelo de formación académica, un modelo de convivencia democrática, que inspire a otras comunidades e instituciones.

III. CENTENARIO DE LA DIÓCESIS DE VALPARAÍSO: historia compartida, misión común
La tercera dimensión que hoy queremos destacar es el centenario de la Diócesis de Valparaíso, que celebraremos también este año. Nuestra Universidad no nace aislada, sino al interior de una Iglesia particular que ha acompañado su camino desde el inicio. Cuando en 1925 se bendice la primera piedra de la Casa Central, ese mismo año se erige oficialmente la Diócesis de Valparaíso. Desde entonces, nuestras historias han estado profundamente entrelazadas. Y hoy, al cumplir cien años de vida diocesana, damos gracias por la colaboración fecunda entre la PUCV y la Iglesia local.

Esa colaboración no es solo histórica; es actual y concreta. Basta pensar en iniciativas como el Plan de Vinculación Católica, correspondiente a nuestro Plan de Desarrollo Estratégico, o en la solidaridad activa de la comunidad universitaria con las capillas y comunidades afectadas por el incendio de febrero del año pasado. La Universidad no es ajena al dolor del pueblo de Dios: camina con él, aprende de él y se pone a su servicio.

Por eso, debemos recordar que la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso no es solamente una universidad con identidad católica; es una expresión de la Iglesia misma. Cuando la Universidad habla, enseña, sirve, es la Iglesia la que está hablando, enseñando y sirviendo. Esa conciencia eclesial es clave para vivir nuestro presente con fidelidad y nuestro futuro con esperanza. Por eso pido a las autoridades superiores, como a los directores de unidades académicas y administrativas, cuidar esta consciencia eclesial tanto en las ejecuciones de las acciones propias de nuestra institución como en la convivencia cotidiana. Asimismo, invito fraternalmente a toda la comunidad universitaria a participar de las diversas celebraciones y actividades del centenario de la Diócesis de Valparaíso, que nos permitirán reconocer nuestras raíces comunes, agradecer nuestra historia compartida y renovar nuestro compromiso con la misión evangelizadora de la Iglesia local.

Queridas hermanas y hermanos, en esta Solemnidad de la Anunciación, renovamos nuestro “sí” al proyecto de Dios, como María. Y como ella, queremos también nosotros, como Universidad y como Iglesia, decir con todo el corazón: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Pidamos a María Santísima que interceda por nuestra Universidad en este tiempo de gracia, que San José, custodio de la Iglesia y protector de la familia, nos acompañe, y que el Espíritu Santo nos ilumine para que, en medio de los desafíos de hoy, sepamos ser siempre una comunidad al servicio desinteresado de la verdad, de la justicia y de la esperanza.

Amén.