Si pudiésemos resumir la vida de Cazú Zegers, diríamos que ha sido una extensa y vertiginosa travesía, con un sinnúmero de escalas que la han llevado no solo a recorrer lugares, sino que materiales, tendencias, culturas y personas. Es una genuina heredera de la refundada Escuela de Arquitectura de nuestra Universidad, en donde se construyó un modo de abordar el territorio americano a partir de la poesía.
En este contexto, Cazú sindica a Amereida, poema que reúne en su nombre el hallazgo de América y la epopeya Eneida, y que surge de la Primera Travesía de la Escuela en 1965, como una inspiración clave. "Amereida ha sido esencial en mi trayectoria profesional. Es la matriz desde la cual se funda todo mi trabajo", el que ha desarrollado en diversos frentes, tales como proyectos de arquitectura, planificación urbana, gestión cultural y diseño.
Esta misma diversidad de intereses surge de los viajes que Cazú Zegers ha emprendido durante su vida, sobre todo desde que ingresa a la Escuela de Arquitectura de la UCV en 1977. "Hice tres viajes en moto todo terreno por Chile, (...) Corría en motocross, que fue mi manera de recuperarme de una severa neurosis de angustia. El psiquiatra me recetó una infinidad de pastillas: yo tenía 20 años, vivía sola y al salir de su consulta, pensé -"¿Qué va a ser de mí si me hago dependiente de remedios para vivir"? No los tomé y, por esas cosas de la vida, el motocross llegó a mí. Me di cuenta que me sacaba la energía negra y me cargaba las pilas". Casi por azar, suspendió la Universidad por un semestre, se compró una moto y corrió por seis meses en diferentes pistas: Villa Alemana, San Carlos de Apoquindo, Cerros de Chena, Las Vizcachas, siendo la única mujer en el circuito. "Para tener estado físico y resistir las carreras entrenaba con el equipo infantil de rugby de la Católica de Valparaíso. Y me sané", relata con alegría.
Fue así como con su novio de esa época se propuso recorrer Chile en una moto todo terreno, realizando tres viajes: el primero, desde Santiago, pasando por la costa del Biobío, Puerto Saavedra, Puerto Montt y terminando en la Carretera Austral. El segundo fue por la cordillera, de Santiago hasta Santa Bárbara, y de ahí parando en diversos pueblos hasta Coyhaique, el Lago General Carrera y Perito Moreno, en Argentina, hasta regresar a Chile por Cerro Castillo, visitando las Torres del Paine y Tierra del Fuego. El último viaje fue al norte por la costa, y de vuelta por el Altiplano, en donde pudo conocer las comunidades locales. "Esta experiencia marcó profundamente mi relación con Chile, su territorio y la arquitectura que hago. Puedo decir que tengo Chile en el cuerpo".
UCV: LA ARQUITECTURA COMO UN OFICIO
Cazú egresó en 1984 de la Escuela de Arquitectura y pudo convivir con actores claves en su desarrollo. "En mi caso, que soy de las últimas generaciones con todos los fundadores vivos, fui muy cercana a Godofredo Iommi (Godo) y Manuel Casanueva. Me tocó la primera travesía por América, donde la Escuela y la forma de enseñar arquitectura se reinventan completamente", rememora.
Gracias a esta experiencia, Cazú construyó un modo de abordar su trabajo a partir del territorio americano, la poesía, las travesías y el método de la observación, que ella atribuye a esta impronta dada por los fundadores. "Es la experiencia de ser educada en un original. De hecho no habría sido arquitecta, si no hubiese conocido a Godo y Amereida. Creo que no habría sido la arquitecta que soy sin esta formación. Es la forma de mirar y entender la arquitectura, no como una profesión, sino como un oficio, como un acto creativo radical, como un acto de transformación de mundo, de mejorar la vida, como un ente de transformación social. Godo abría a lo poético, al misterio, y Alberto (Cruz) enseñaba a pensar y abría a lo propio. Manuel, al original desde la técnica, comprendida como proceso de creación y no como la instrumental de hoy. Es una Escuela que te enseña a pensar", relata.
Tras su titulación, Cazú trabajó y estudió en Nueva York, en The Parsons School of Design (1987-1988), para posteriormente regresar a Chile, en donde abre su estudio en 1990. Tres años más tarde obtiene el Gran Premio Latinoamericano de Arquitectura en la Bienal de Buenos Aires por la Casa Cala. En 2008 fue considerada entre las 20 mejores arquitectas mujeres del mundo por la revista World Architecture, y en 2013 otra de sus creaciones, el Hotel Tierra Patagonia, obtuvo el premio Travel + Leisure como mejor Resort y el premio de Wallpaper al mejor hotel de diseño del año. En 2016 fue reconocida por el Premio ArcVision con mención honorable.
Actualmente se encuentra inmersa en el proyecto "Araucanía Andina", una ruta de refugios de altura para realizar esquí de travesía en invierno y cabalgatas, trekking y bicicleta en verano, recorriendo los volcanes. En este contexto, con dos de sus ex alumnos y siete profesores, desarrolló el Andes Workshop, iniciativa que contempla la construcción en forma colaborativa con las comunidades del lugar, el "Mirador La Antena", en el Centro de Esquí Arenales, sobre la cara sur-este del Volcán Lonquimay. "Andes Workshop nace para mí por dos motivos: el desencanto de cómo se está enseñando arquitectura en las escuelas, el límite que éstas tienen y la necesidad de encontrar otro soporte, que hemos nombrado 'la deconstrucción del aula'".
Cazú habla con pasión sobre este proyecto, como habla de su vida. Y esta nueva travesía viene a reforzar su carácter de permanente búsqueda y contribución al entorno, por eso es clara sobre su objetivo esencial con Araucanía Andina: "somos todos parte de esta tierra, que es finita y está en un equilibrio demasiado precario. Necesitamos comprometernos a hacer cambios radicales, no por un sueldo, sino por amor, amor a mí mismo, a la tierra que nos da la vida, a los otros distintos, finalmente iguales a mí. Todos seres humanos habitando sobre este hermoso planeta llamado Tierra".
Por Pedro Martínez