31.03.2020
Un amigo, que es papá separado, me dijo que tenía un problema. Sentía temor de llevar a sus hijos a casa de la mamá. Me preguntó “¿qué hago?”. Es un papá consciente de la gravedad de la pandemia, aunque no es fácil dimensionarla, ni anticipar las consecuencias emocionales en su hogar.
“¿Qué hago?” es una pregunta que se hacen padres, familiares y quienes comparten la crianza de niños, especialmente si son pequeños. Lo central es cómo protegerlos. Como educadora conozco la importancia de educar involucrando a nuestros niños en el aprendizaje de cómo protegerse cuidando su comunidad (reconociéndolo como persona y sujeto de derecho). Le respondería con una doble invitación: reflexionar y actuar.
Aunque no hay receta que nos oriente a enfrentar una pandemia, al parecer estamos de acuerdo que como adultos necesitamos cuidarnos los unos a los otros, como comunidad.
Nuestros niños perciben con imprecisión cómo nos cuidamos o no a través de lo que decimos y hacemos frente a ellos. Dependerá de los adultos la forma en que ellos aprenderán a cuidarse a sí mismos, física y emocionalmente, respetando sus vidas y la de los demás.
Cuidarse, cuidarnos, implica tener un grado de conciencia sobre lo valioso que somos, y lo que significamos para nuestra comunidad. Por ello, la primera invitación es reconocer y atender el aspecto social y afectivo del niño, de manera que cobre sentido para él seguir nuevas reglas de higiene o quedarse en casa.
Tu rol es esencial, pues co-participas en la forma que el niño aprenderá a colaborar en familia. La contención afectiva es clave. Implica no ignorar lo que el niño siente, experimenta y/o piensa frente a lo que escucha y observa. Si es capaz de usar el lenguaje, entonces escucharle y dialogar con él sobre el tema le permitirá “sentirse sentido”, como dice la sicóloga Cristina Cortés. Contener es también ayudarle a calmarse, no sólo con un abrazo o un beso, sino que también con la mirada amorosa, el tono de voz, y ayudándolo a poner en palabras lo que ha visto y lo que siente.
“¿Qué hacemos?”. La segunda invitación es involucrarse con ellos, para aprender a protegerse mutuamente. Crear momentos de diálogo familiar, independientemente si quienes crían están o no juntos, si son o no los padres. Dialogar implica ciertas condiciones. Ponerse de acuerdo previamente cómo se abordará el tema, dar la oportunidad al niño de expresar lo que ha visto, sentido y pensado. Escuchar y acoger sus emociones diciéndole que es válido tener pena o miedo, pues los adultos también lo sentimos.
Lo ideal es conectar sus experiencias de vida (¿qué has sentido cuándo te enfermas?) relacionándolas con el contexto, explicándole con sencillez que muchas personas se están enfermando. Cobrará sentido invitarlo a ayudar para que nadie más se enferme, no sólo con un lavado de manos especial, o siguiendo instrucciones. También quedándose en casa, jugando en espacios acordados, o compartiendo mensajes con su familia y su comunidad.
Algunas recomendaciones para jugar en familia:
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=909915559440747&id=276466219452354&sfnsn=mo
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10222612434884669&id=1386101343&sfnsn=mo
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