05.08.2020
En el marco de una charla online organizada por el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad San Sebastián, el Dr. Claudio Llanos, profesor del Instituto de Historia PUCV, expuso sobre su proyecto Fondecyt Regular (2018-2020) titulado “Estado, Desempleo y Neoliberalismo: Aproximación Histórico Política a las discusiones sobre el desempleo en Alemania Federal y Chile (Las décadas de 1970 y 1980)”.
“Si nos remontamos a los años 70 a nivel internacional, por lo menos en occidente, se ha observado, en muchos países, incluido Chile, una pérdida de relevancia de la centralidad del pleno empleo, las condiciones laborales y la distribución del ingreso, dentro de las políticas económicas, que se han orientado muchas veces más al control de la inflación, la atracción de invesiones, el crecimiento y los indicadores macroeconómicos. Esto, se aprecia particularmente desde la época de la dictadura hasta nuestros días en lo que se refiere a la importancia, características y condiciones del trabajo. Todo esto ha ido acompañado de un mayor énfasis en el crecimiento económico, que en gran medida, se ha apoyado en varios países como el nuestro en un relajamiento de ciertos derechos contractuales. Un crecimiento económico que muchas veces se ha apoyado de una expansión de una mano de obra que ha sido desregulada, barata, con contratos precarios”, comentó el profesor.
El académico citó por ejemplo el surgimiento en los años 80 y 90 de lo que la Organización Internacional del Trabajo en varias investigaciones define como contratos atípicos, que son los contratos temporales, sin pago de contribuciones a los servicios de prestaciones sociales. “Lo mismo que ocurría en Chile hasta que las personas que rendían boletas de honorarios empezaron a pagar lo que son las prestaciones sociales”, señaló Llanos.
PRECARIZACIÓN DEL EMPLEO
El historiador resumió que hay dos momentos importantes en la historia del desempleo como fenómeno. “Un periodo en el que es contenido por políticas de Estado y una segunda etapa, donde se desplaza de las prioridades el concepto de pleno empleo. El desempleo comienza a dispararse al ritmo de las crisis. Además, surge otro fenómeno relevante y es el subempleo o el trabajo informal que cada vez se hace más presente en la sociedad”, aclaró el doctor.
En el caso de América Latina el empleo informal supera el 40% y en Chile el año 2015 estaba cercano al 30 o 32%. “Eso también se liga a una fragilidad de los sistemas de ayudas sociales, que hay que estructurarlos en una cadena de prestaciones sociales, servicios de jubilación y de apoyo al desempleo que en Chile se desarrollaron principalmente en los primeros años del siglo XXI, aunque hay antecendentes históricos previos”, indicó el académico.
El profesor mencionó que existen algunas variables en los países que han sido más exitosos al enfrentar el desempleo para que el trabajo tenga ciertas condiciones de mayor calidad en sus contratos: primero contar con una política pública destinada a mejorar la mano de obra, es decir, invertir en términos de educación no solo universitaria sino también en educación industrial y formación y además una política pública que considere algo que se viene discutiendo desde los años 30 y que es irracional que existan personas que deseen trabajar y no puedan hacerlo porque no encuentran un empleo, lo que implica entre otras cosas, una pérdida tanto de aporte a la sociedad, como de beneficios sociales.
En el ámbito internacional también es importante, por ejemplo, una de las características del caso europeo que tiene que ver con el nivel de relación que poseen los gobiernos o el Estado con las organizaciones no solamente empresariales sino que también con las agrupaciones de trabajadores.
“Los grandes sindicatos alemanes del metal o de la química son capaces de plantear sus requerimientos y necesidades frente a las políticas públicas, ya que hay una efectiva relación entre el Estado, no solamente con el empresariado, sino que también con los sectores organizados de trabajadores. Éstos últimos son capaces de establecer una línea de comunicación en relación a lo que son los derechos, las demandas y las necesidades de sus afiliados. Eso ha llevado que en esos países las medidas económicas se orienten a ciertos ámbitos productivos, donde se favorezcan ciertas formas de educación industrial y la política pública tenga un conocimiento directo de las condiciones de ciertas áreas productivas, vale decir, hay una relación más dinámica”, detalló el profesional.
Llanos señaló que en otros países, como en la experiencia europea de postguerra, los estados han establecido, por lo menos hasta los años 80 y 90, buenas relaciones con estas organizaciones de trabajadores. Lo que se mantuvo en general hasta los años 2000 donde efectivamente la crisis del 2008 cambió prácticamente todo el escenario.
El académico agregó que en el caso de países como Chile al perderse esa vinculación, además se pierden posibilidades de desarollar una política pública más directa y eficiente. “Esto último responde a varios fenómenos, uno de ellos que se ve desde los años 80. En la época de la dictadura en nuestro país las organizaciones de trabajadores fueron presentadas muchas veces como enemigas de la economía, por sus demandas y huelgas por ejemplo, lo que en términos de ideas estaba en línea con la práctica de neoliberales como Hayek o Friedman”, aseveró el investigador.
Otro fenómeno que explica la situación en Chile desde los años 1970, son la recurrentes crisis internacionales de la economía, las del petróleo (1973 y 1979), la de la deuda (1982) y la crisis asiática (de los años 90) como mejor ejemplo. En este horizonte de crisis económicas, la tecnología se desplegó como un factor relevante para entender las dinámicas de la globalización y su impacto en las condiciones de trabajo, por ejemplo en procesos de desindustrialización. Estas cuestiones han sido muy bien observadas por los Nóbeles de Economía Paul Krugman y Joseph Stiglitz, entre otros, expresó el profesor.
Asimismo, el doctor comentó que en América Latina existe un fenómeno interesante y que no es nuevo: “desde hace varias décadas hay un porcentaje importante de la población que siendo pobre está trabajando a diferencia de otras sociedades donde las mayores carencias están en los sectores de personas que están inactivas. En América Latina, en general, en los sectores marginales hay personas con empleos precarios muchas veces y que viven en situación de pobreza extrema en términos de vivienda, acceso a servicios básicos, etc. Distinta es la situación de marginalidad en países como Inglaterra o Estados Unidos, donde los más pobres son personas que no cuentan con empleo o están lejos de tener relaciones contractuales laborales”.
Siguiendo los estudios actuales sobre desigualdad, los ingresos producto del trabajo son un punto muy relevante en el desarrollo de una sociedad más justa socialmente, menos desigual. La experiencia internacional, en este sentido, nos indica que desde la segunda mitad del siglo XX, las sociedades con menores niveles de desiguadad son aquellas donde el trabajo es valorado y es un mecanismo de progreso social e individual. “Así el trabajo tiene el sentido de movilidad social, cuestión que en muchos países de América Latina tiene varios problemas, pues como señalé antes, muchos trabajadores y trabajadoras tienen condiciones frágiles en lo contractual y salarial, cuestión que ha sido dramáticamente revelada por los efectos socio-económicos de la pandemia”, concluyó Llanos.
Por Natalia Cabrera Vásquez
Instituto de Historia