22.12.2020
Con el título “Éticas aplicadas: desde la medicina hasta el humor”, la Dra. Adela Cortina, catedrática de la Universidad de Valencia, convocó a un equipo internacional de especialistas para encargarles la tarea de presentar las diversas áreas de la Ética. Una empresa desafiante que tuvo por objeto hacerse cargo de concentrar en un solo libro en qué consiste la Ética biomédica, la Ética del desarrollo, la Ética ecológica, la Ética económica, la Ética de la empresa, la Ética de las profesiones, la Neuroética, la Ética del deporte, la Ética de la ciudad hasta la Ética del humor. El Dr. Juan Pablo Faúndez Allier, académico de la Facultad Eclesiástica de Teología PUCV, fue convocado para la tarea de presentar en qué consiste la “Ética biomédica”, que es el capítulo con el que se abre este libro.
¿Cómo valora esta invitación para participar en este importante proyecto?
Se trata de una propuesta que me llena de honor, dado que el número de bioeticistas en Iberoamérica a los que los editores podían requerir esta tarea es grande, siendo todos de muy buen nivel y con un importante número de obras. Participar con filósofos y teólogos como Adela Cortina, Jesús Conill, Tomás Domingo Moratalla, Mauricio Correa, Álvaro Ramis y el resto de los coautores convocados ha sido una importante actividad intelectual que ha terminado en una obra de muy buen nivel que esperamos sea un aporte relevante para los estudiosos de esta disciplina.
¿Cuál es el estatus de la Ética en este momento?
La Ética es una disciplina teórico-práctica de las más relevantes, puesto que aborda un campo del conocimiento que está presente en todas nuestras decisiones y en relación al cual hay que dar los elementos suficientes para ayudar a la ciudadanía a pasar desde el sentido común a la fundamentación razonada. Es decir, todo el día estamos decidiendo en torno a lo que es más conveniente hacer, acerca de los fines próximos o últimos por los que optamos, sobre las consecuencias de las acciones, y ello se realiza mediante una deliberación más adecuada si conocemos los fundamentos que han llevado a cada una de las escuelas éticas, que hoy llamamos clásicas, a dar las razones para conducir las tomas de decisión moral.
Estamos en un siglo y un momento de la historia en el que la Ética está siendo muy requerida, porque nos estamos enfrentando a nuevos paradigmas y opciones de comportamiento que se abren en un escenario pluralista, donde no hay una sola mirada de orientación moral que resuelva los conflictos éticos, cómo sí ocurrió, por ejemplo, en la época medieval. Dado que, además, la confianza en las iglesias, las autoridades y las instituciones decae, los ciudadanos deben ser cada vez más conscientes y responsables a la hora de decidir qué hacer, porque la responsabilidad recae cada vez sobre las propias personas. Todo ello hace de la Ética una disciplina indispensable que debe ser enseñada con profundidad en los colegios, institutos, universidades, centros de formación, colegios profesionales, etc. En síntesis, donde haya seres humanos con capacidad de decidir.
¿En qué consiste la “Ética biomédica”?
El término “Ética biomédica” conduce inmediatamente a la notable obra que publicaran Beauchamp y Childress en 1979, por la que se cerraba el periplo de los famosos principios que The Belmont Report había señalado como garantes de la reflexión ética sobre el tratamiento de la vida en el Occidente contemporáneo: no-maleficencia, justicia, autonomía y beneficencia. La obra de los autores estadounidenses se titulaba justamente Principles of Biomedical Ethics (Beauchamp y Childress, 1979) y con ella se hacía mención a la investigación, experimentación y aplicación de criterios éticos en situaciones vinculadas con las ciencias de la salud en las etapas del origen, mantención y terminación vital. Pero esta materia de análisis ya había sido puesta por delante en 1970 y 1971,cuando el oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter expusiera en el artículo “Bioethics: Science of Survival” (1970), y profundizara después en su libro Bioethics: Bridge to the Future (1971) que, justamente, la preocupación detenida por la aproximación que desde la ética se debía hacer al bios en medicina no solo no era redundante, sino que debía ser dilucidada y profundizada con la prolífica investigación y aplicación tecnológico-médica que comenzaba a llevar al ser humano a encrucijadas y situaciones como nunca complejas.
Entonces, ¿la “ética biomédica” está emparentada con la “bioética”?
Por supuesto. Con el avance de las posibilidades que habría la medicina en el contexto hospitalario, pronto se vio la necesidad de estudiar desde un enfoque ético el tema de la vida y sus condiciones de posibilidad y permanencia, para ser abordadas como un objeto propio de análisis en las interrelaciones personales y en los diversos vínculos que giran en torno a la aproximación médica: médico-usuario; médico-sistema de salud; sistema de salud-usuario; y en los efectos recíprocos que desde allí se iniciaran. De ahí que Potter explicitase el término más amplio de “bioética”, entendido como el concepto que de alguna manera podríamos reconocer como el continente genérico y más rico en matices que el de “ética biomédica”, ya que la “bioética” se ocupa, como bien definiera Reich (1978), del “estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto dicha conducta es examinada a la luz de los principios y de los valores morales”. En este sentido, hoy, como áreas de la “bioética” que se distinguen de la “ética biomédica”, son consideradas: la “ética sanitaria”, la “ética clínica”, la “ética de la reproducción humana”, la “gen-ética”, la “ecoética”, la “zooética”, la “tánato-ética” y la “neuroética”. Se trata de subdisciplinas de la bioética que están avanzando paralelamente y que van consolidando cada vez más sus propias líneas de investigación y dominio conceptual.
Entonces, por lo mencionado, ¿se trataría de una precisión conceptual necesaria?
Es que, por lo dicho, la “ética biomédica” no hacía más que reconocer en los textos de Potter una segunda paternidad de origen estadounidense, ya que su verdadero nacimiento databa de 1927, año en el que Fritz Jahr mencionara ese término para referirse a la conciencia que él motivaba asumir, ya en ese entonces, en relación a los efectos de connotación ética que se podían desprender de la interacción entre el ser humano con las plantas y los animales. He ahí el título de su artículo: “Bio-ethik: Eine Umschau über die ethischen Beziehungen des Menschen zu Tier und Pflanze” (Jahr, 1927). La palabra empleada por Jahr, “bio-ética”, era definitivamente visionaria, ya que se detenía en la adecuada participación que debía asumir el ser humano al momento de interaccionar con los seres de diversas jerarquías que conviven en la pluralidad de ecosistemas de nuestro planeta. El enfoque de Jahr, como filósofo y teólogo protestante, sostenía una crítica a la visión occidental que asume una nivelación jerárquica que desprecia a los seres inferiores al humano.
Con este periplo retrospectivo, he querido evidenciar que en la relación conceptual entre “bioética” y “ética biomédica” conviene hacer un maridaje entre los términos, aunque marcando una sutil diferencia. El segundo se ha empleado para manifestar un intento de precisión en relación a la función más amplia que ha ido asumiendo la “bioética”, con el correr de los años.
Datos de Libro
Adela Cortina
Mauricio Correa (eds.)
"Ética aplicada desde la medicina hasta el humor"
Ediciones UC
Santiago de Chile, 2020.
Por Natalia Cabrera Vásquez
Facultad de Teología