Ir a pucv.cl

Cuando la danza también enseña

“Lo más entretenido es no olvidar lo difícil que es aprender. Yo enseño a alguien a enseñar, entonces, de repente uno se olvida que es súper difícil aprender algo en lo que, además, no eres tan bueno”.

Siempre me gustó bailar, desde chica”, cuenta Joyce Maturana, profesora del Instituto de Biología de la PUCV. Recién comienza la entrevista y ya se nota la alegría de hablar de esto en su espacio laboral. “Participaba en hartas cosas como artísticas, culturales, después tuve una faceta en la enseñanza media de teatro. Estudié, me puse a trabajar, la vida pasó. Y como que me fui alejando, alejando, alejando...”.

Y así pasó el tiempo, hasta que algo —o más bien, todo— se detuvo: la pandemia. Ese encierro, tan forzoso como introspectivo, la hizo reflexionar. “Yo creo que ahí me di cuenta que no estaba haciendo nada aparte de trabajar”. Entonces empezó a buscar. ¿Qué? No sabía exactamente. Pero la búsqueda la llevó por distintas rutas, hasta que apareció una inesperada: la danza árabe.

“Fue algo completamente nuevo. Siempre en mi vida había tenido danza folclórica, salsa, pero la árabe no. Esta sale totalmente de la rutina. Escuchar otros ritmos, aprender nuevas cosas…”. Así llegó a Al Sahara, una academia de Viña del Mar que le ofreció un lenguaje diferente: el del cuerpo que se mueve al ritmo de culturas lejanas.

Un hobby dentro de otro

Pronto, lo que empezó como una clase semanal terminó siendo una experiencia de transformación. “Estos trajes no son llegar y comprarlos porque son árabes. Y árabes de fantasía, con decoración y todo”. El maquillaje, el vestuario, la preparación previa, las luces del escenario. Cada presentación la empujaba un poco más. “Fue tanto así que me compré una máquina de coser y me empecé a hacer los trajes. Así que, sin saber pegar un botón, me lancé a confeccionar”.

YouTube se convirtió en su nueva sala de clases. De forma autodidacta, Joyce no solo aprendió a coser, sino también a maquillarse con técnica profesional. “En el escenario uno no puede maquillarse con cualquier cosa. Tiene que durar para poder bailar”. Entre tutoriales, pruebas y errores, fue desarrollando habilidades que nunca pensó en indagar.

Más allá de la danza

Después de tres años de ensayo y perseverancia, su grupo de compañeras tomó la decisión de dar el siguiente paso. “Y dijimos ya vamos todas, hagamos esto en conjunto. Y todas audicionamos y logramos entrar”. Con eso, dejaron atrás la categoría de "avanzadas" para iniciar su formación profesional en danza árabe.

Ese salto no fue solo técnico, fue también humano. “Tienes una red de apoyo de otras mujeres con otra realidad, con otras historias y trabajos, entonces te saca absolutamente de lo que es tu vida laboral, de estar en la universidad, de estar pensando en las clases”.

Y, curiosamente, ese escape terminó impactando directamente en el aula. “Lo más entretenido es no olvidar lo difícil que es aprender. Yo enseño a alguien a enseñar, entonces, de repente uno se olvida que es súper difícil aprender algo en lo que, además, no eres tan bueno”. La frustración de no dominar un paso, la vergüenza del error, el impulso de abandonar. Todo eso volvió a vivirlo, pero desde otro lugar. Uno más empático, más vulnerable.

“Así como eres bueno en lo que haces, de repente encontraste que no eres tan bueno en otras áreas. Es como que a uno le genera rechazo, lo evitas”. Joyce habla de sí misma, pero también de sus estudiantes. De quienes llegan a una carrera pensando que deben ser brillantes en todo. “A lo mejor están en la carrera, pero claro, efectivamente dentro de todo lo que hay, no son buenos en todo. Abandonan. Con esta experiencia, yo les entiendo, pero también les invito a seguir”.

Con 12 años de trayectoria, la Academia Al Sahara organiza galas semestrales en el Aula Magna de la Universidad Federico Santa María. Este año, puede ser la última participación de Joyce Maturana como estudiante avanzada. La próxima, muy probablemente sea como profesional.

Facultad de Ciencias PUCV