“Entrevista a ex alumno Roberto Niculcar, encargado del Banco de Germoplasma SAG Magallanes: “El material genético de las especies vegetales chilenas es un patrimonio que todos y todas debemos proteger”
11.11.2020
Las ciencias naturales siempre estuvieron presentes en la vida de Roberto Niculcar (46) gracias a su madre, quien fuera profesora normalista de esta materia. Así, desde pequeño transitó por el mundo de las plantas y la investigación con mucha naturalidad y motivación, lo que finalmente lo hizo decidirse por estudiar agronomía en la PUCV.
Oriundo de Valparaíso, el Ingeniero Agrónomo de nuestra Escuela, Magíster en Química de Productos Naturales y músico, es uno de los fundadores del Banco de Germoplasma del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) en Punta Arenas, un repositorio de semillas destinado a la conservación de la diversidad genética de las especies silvestres de la región de Magallanes y donde también recibe especies de otras partes de Chile para su protección.
Roberto lidera esta iniciativa hace ya diez años, lo que lo ha llevado a vivir al fin del mundo en esta cruzada por resguardar el patrimonio genético de nuestro país, logrando preservar más de 146.000 accesiones, lo que representa el 46% de las especies que se reproducen por semillas en la región de Magallanes.
Sobre las potencialidades del banco como herramienta viva para la restauración ecológica en caso de incendios y desertificación, además de otros fines, esto fue lo que nos contó.
¿Qué es y qué resguarda un banco de germoplasma?
El germoplasma es cualquier tipo de tejido que pueda ser utilizado para producir otra vida. La primera son semillas y a eso corresponde el 99% del material que conservamos. Pero también puedes hacer cultivo in vitro y conservación en nitrógeno líquido, que son técnicas que también manejamos acá. Entonces, también podemos conservar in vitro material para el futuro y a través de una célula reproducir una planta. Acá nos basamos en las semillas, a pesar de que también tenemos esporas de hongos liofilizadas y otro tipo de materiales. Diría que cerca del 90% de lo que tenemos lo hemos colectado nosotros en Magallanes, pero también tenemos material que ha sido donado por alguna institución con las que hemos hecho convenios. Tenemos algunos materiales de la Isla Juan Fernández y de la Isla de Pascua.
También el SAG tiene una división que se llama semillas, que protege y define las variedades protegidas por ley. Esto implica llevar un registro, pero en Santiago no estaban las condiciones más óptimas para hacerlo. Así es que nos pasaron todo ese material y lo tenemos ahora conservado acá para darle condiciones óptimas a largo plazo. Contamos colecciones de trigo, arroz, cebada y otras forrajeras que son variedades comerciales, además de todas las especies nativas que hemos colectado.
¿Cómo surgió la idea de crear un banco de germoplasma liderado por el SAG?
Cuando trabajaba en el SAG de Puerto Natales en el 2008 había un director regional que era muy abierto de mente y había logrado concretar un laboratorio de genética enfocado en veterinaria. Planteé que era necesario tener usos vegetales para ese laboratorio y me encargó que pensara en algo. Justo en ese tiempo fue el incendio en Torres del Paine y me llamó la atención las acciones de restauración que se hacían, porque, bajo mi lógica, no encajaban. El 80% de lo que se quemó eran pastizales y matorrales, el resto fue bosque. La acción de restauración era colocar árboles. ¿Cómo vas a colocar árboles en un sitio donde antes no había? Dentro de una sucesión ecológica, se pretendía llegar al nivel más alto de inmediato. Lo lógico era hacer una restauración ecológica —que es un concepto distinto a reforestación— y que tiene que ver con especies que pueden ayudar a que otras colonicen y se vuelva al estado natural al corto plazo. Pero no es mágico. No puedes pasar a la cima de la evolución y llegar a un bosque inmediatamente.
También me llamaba la atención que no había bancos de semillas. En Magallanes los agrónomos tienen una formación mucho más pecuaria, ya que las universidades se van formando de acuerdo a su localidad, por lo que muchos veían el tema de la vegetación como solo el forraje para alimentar animales. ¡Pero hay mucho más en las plantas! Hay productos químicos naturales, metabolitos secundarios, interacciones ecológicas. Y nada de eso se visualizaba. Entonces vislumbre que se podía hacer un buen uso de este laboratorio genético tomando dos aspectos: hacer rescate genético de semillas y tenerlas conservadas como un back up y hacer esas colectas a través de esta herramienta genética. Por ejemplo,al colectar y analizar una Festuca en Puerto Williams y hacer lo mismo con una en Torres del Paine. Morfológicamente pueden ser lo mismo, pero genéticamente ¿lo son? Ahí el banco de germoplasma se transforma es una herramienta para la conservación.
Entendemos que un banco de germoplasma no es una línea de acción que el SAG tenga en todas las regiones ¿Cómo se conjugan los esfuerzos para que este lleve tanto tiempo en funcionamiento?
Claro, esta no es una iniciativa del SAG a nivel nacional y quizás no haya otro banco de germoplasma. Pero acá llevamos más de diez años. Hay mucha fuerza, energía y apego en esto, pero además tiene que ver con la interpretación jurídica de las leyes. La misión del SAG es proteger y conservar los recursos naturales. Mi interpretación, la del abogado y la del director del proyecto cuando lo postulamos es que el SAG debe proteger los recursos naturales de forma activa ¿Y cómo hacerlo? Los bancos de semillas están más asociados a otras instituciones y el SAG no hace investigación. Pero también tiene que haber una interpretación de la misión y una proactividad regional. En ese sentido, esta región es la única que tiene el 50% de su superficie corresponde al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas por el Estado (SNASPE) y es la única región que también tiene un back up ex-situ de banco de germoplasma. Esto tiene que ver con la particularidad de la región. En Magallanes hay una valoración y una protección de lo que es propio. El territorio se protege y se cuida. Así surge y toma fuerza esta iniciativa.
¿Cómo se preservan las semillas para que cumplan su propósito de germinar cuando se necesiten?
Acá se conserva a -18°C en sobres especiales de aluminio y polietileno, sellados con calor. Esto los vuelve impermeables y una vez que disminuimos el porcentaje de humedad de las semillas a menos de un 10% y están limpias y sin agentes externos, las conservamos en estos sobres con un código de barra. Tenemos bases de datos donde vamos consignado toda la información de estas colectas. Una entrada se define como una especie, colectada en un lugar y fecha determinada. Entonces están todos esos datos, las coordenadas, el colector, la provincia y una serie de otros datos. Diseñamos un software donde vamos manejando toda la información, que son millones de datos. De los miles de sobres cada uno tiene unos 40 datos asociados.
Después de eso, la parte de investigación que realizamos es evaluar que ese material siga vivo en las cámaras de frío, para lo que hemos tenido que determinar protocolos de germinación para todas esas plantas nativas. Por otro lado, hemos tenido que establecer protocolos de colecta. En el fondo, saber cuando colectar. Esa información no está porque nadie se dedica a eso, a menos que sean especies que tengan algún interés en particular.
GERMOPLASMA: UNA HERRAMIENTA VIVA DE PROTECCIÓN GENÉTICA PENSADA EN EL FUTURO
A juicio de Roberto, cuando se pierde una especie vegetal, se pierde todo su patrimonio genético, por lo que resguardar esta diversidad se transforma en una herramienta viva para conservar y luego estudiar las especies, con enormes beneficios a futuro para combatir la desertificación, generar restauraciones ecológicas o bien, impulsar investigaciones que determinen propiedades de distintas plantas para desarrollar potenciales mejoras genéticas o descubrir nuevas funcionalidades.
“Los Mapuche tenían conservadores genéticos, que se dedicaban a guardar semillas y eran los encargados de ser los curadores genéticos, Entonces es una cuestión cultural, que siempre ha estado y debemos hacerlo nosotros también. Tienen que haber muchos bancos y todos que convivir ojala en una red porque el fin último es proteger nuestro patrimonio genético.
Hoy estás pisando un pasto que está en el piso y no sé, quizás puede tener la cura para ciertas enfermedades. Cuando partí con la revisión bibliográfica de esto me llamó mucho la atención lo que pasó en Isla de Pascua con el rapamune, un hongo endofítico de la isla que fue extraído en los 70 por extranjeros con el que elaboraron la rapamicina, una medicina que evita el rechazo de los trasplantes de órganos humanos, En el año 2008 la revista Science dijo que uno de los 10 descubrimientos más prominentes de ese año era que la rapamicina aumentaba la longevidad en ratas, o sea, podría hacerlo en humanos también. Y ahora hay que pagar por usarla, siendo que era un hongo que era de ahí. Entonces, es fundamental antes que se pierda, conservar y luego estudiar. Los bancos de germoplasma sirven para esto. Si se quiere hacer un estudio no se va a colectar la planta directamente porque a veces están en lugares recónditos y de difícil acceso y las colectas son caras, pero un investigador o un fitomejorador puede acceder al banco de germoplasma y pedir material para investigar
Por otro lado, en materias de restauración ecológica, ¿Cómo vas a hacer producción de material en masa si no sabes como hacerlo germinar, cómo recolectarlas o el proceso de multiplicación? Ahora un banco de germoplasma no es el encargado de hacer una restauración ecológica, pero es la herramienta para que otras instituciones lo puedan hacer.
Si bien colectan material solo de Magallanes ¿Se pueden hacer donaciones al banco en caso de que alguien tenga algún material de otra región que quiera conservar?
¡Claro! ¡Nosotros encantados si alguien se suma! El fin último nuestro es proteger y conservar el patrimonio genético de Chile. Se pueden hacer donaciones y hemos recibido algunas, tenemos una capacidad enorme. Cuando construimos el banco tratamos de corregir todas las cosas que vimos en otros bancos Tenemos cuatro cámaras de frío pequeñas y recién vamos a completar la primera con estas 146.000 accesiones, así que tenemos mucho espacio para conservar material. Por eso usamos sobres específicos que optimizan el espacio. Lo ideal es que un banco de germoplasma pueda durar 80 años. A pesar de que las personas no estén, el material sigue ahí en las condiciones para poder utilizarse en cualquier momento.
¿Qué esperas del banco de germoplasma a largo plazo?
Espero poder seguir incrementando las colecciones y vincularnos con otras instituciones y que esto sea sostenible en el tiempo. Que no dependa de que yo esté acá, sino que esto tenga una vida propia, salga de Magallanes y se pueda ver que es necesario. En el fondo es importante que la comunidad lo visualice, porque la gente no sabe lo que tiene y por eso no lo protege. Ese es uno de los objetivos importantes, cómo te vinculas con el medio y que no recaiga solo en nosotros la protección sino que la gente sepa que debe proteger esos materiales porque es algo importante. Este es mi último fin. Que el material genético es un patrimonio que se debe proteger, tal cual se cuidan las iglesias y los monumentos.
También espero que se pueda replicar este banco en otras partes. Acá tenemos una cámara de -18°C porque hacemos conservación a largo plazo, pero también los bancos de germoplasma pueden funcionar a -4°C que es la temperatura que tiene un refrigerador. Entonces con un refrigerador y un contenedor hermético, que podría ser un frasco, que no es lo más eficiente, pero sirve igual podrías hacer conservación a largo plazo. Entonces tampoco son instancia tan complejas. Claro tú hablas de banco de germoplasma y te imaginas algo lunar, pero en el fondo es un método de conservación extremadamente fácil.
AGREGAR VALOR COMPARTIENDO EL CONOCIMIENTO: CATÁLOGO Y MANUAL DE COLECTA DE SEMILLAS GRATUITO
El valor que aporta el banco de germoplasma no se detiene solamente en los procesos de colección, almacenamiento e investigación de las semillas. Ahora, Roberto junto a su equipo están trabajando en la edición del manual de colecta de semillas que va a ser gratuito y online, el que resumirá el trabajo de estos 10 años y estará enfocado en Torres del Paine y que estará prontamente disponible.
“El primer capítulo tratará sobre cómo diseñar un proceso de colecta de plantas nativas, como definir un índice de cosecha de una especie y en qué cosas se debe fijar un colector. La segunda parte es un calendario de colecta que es la más importante porque, por ejemplo, cuando consultas un libro de botánica, ellos hacen taxonomía a partir de la flor. En cualquier libro de botánica sale la planta en un estado floral y ahí están hechas las claves taxonómicas para reconocer una planta. Pero de una planta que está en flor a una que está en estado de diseminación de semillas, cambia completamente. Entonces cuando íbamos a colectar era difícil reconocer cuál era la especie porque ya no estaban con flor, así que hicimos calendarios donde en un solo libro están todos los estados para saber cuando prospectar y colectar.
La última parte es un catálogo de semillas nativas que también ayuda en este sentido, porque tampoco existe al haber muy poca investigación en este tipo de cosas. Entonces este es el primer paso para usar estos bancos no solo como reservorio genético sino como estrategia para restaurar ecológicamente los sistemas, que es el fin último”, concluye Roberto.
Entrevista rápida:
-¿Ramo preferido de la carrera?
Fanerogamia.
-¿Ramo menos favorito?
Frutales de hoja persistente 1 y 2.
-¿Profesor que recuerdas con más cariño de la escuela?
Otto Zollner.
-¿Que recuerdas con más cariño de tu época como estudiante?
El paso por el pensionado ¡Lo más grande el pensionado! Haber pasado por ahí es haber vivido en comunidad, es vincularte y saber que lo que haces afecta el otro. Eso lo aprendí ahí y todo del banco y la conservación. En el fondo hay que proteger, cuidar, valorar y darle sentido a algo y eso lo aprendí ahí.
Tienen que haber muchos bancos y todos que convivir ojalá en una red porque el fin último es proteger nuestro patrimonio genético.