Columna de Opinión “El duelo en tiempos de Covid-19”
Compartimos columna de opinión del Dr. Cristián Eichin Molina ofm, académico de la Facultad Eclesiástica de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
En el actual contexto de pandemia el proceso de duelo de un ser querido ha cambiado. Sin lugar a dudas, es uno de los peores dolores que la humanidad está viviendo en estos días. En el mundo hay más de 469 mil muertos por el Covid-19 y en Chile se contabilizan más de 4 mil fallecidos por la misma enfermedad a la fecha.
Pueden surgir en quiénes viven el duelo pensamientos de culpa como “no hice lo suficiente”, “pude ser yo el que lo contagió”, “tendría que haberle acompañado hasta el final”, etc. Asimismo, no se pueden hacer ceremonias de despedida como las de antes, dado que se restringe el número de personas que asisten a los funerales, y en algunas oportunidades se transmite el responso de manera online.
La Iglesia, en su rica tradición, y en su cercanía con los momentos dificiles de la persona, contempla sacramentos como la unción de los enfermos, la comunión para el camino o viático, y por otro lado, las exequias, son la manera cristiana de que los deudos vivan en compañía el sufrimiento que trae la muerte. Y este acto no es sólo importante para el mundo católico, sino que es algo imprescindible desde el dato antropológico. La persona necesita articular vitalmente los momentos de dolor y sus etapas. Por algo hay celebraciones en torno a la muerte en varias culturas. En el cristianismo la liturgia posibilita que el que experimenta el duelo pueda encontrar una vía para iniciar un proceso de sanación.
Ahora bien, el duelo, desde la mirada teológica, se comprende desde en el acontecimiento de la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Este caso es una de las experiencias fundantes desde el Misterio Pascual: se nos anuncia que quien muere está vivo. “Porque para los que creemos en Dios, la vida no termina sino que se transforma” nos dice uno de los textos de la misa. Por tanto, el duelo desde la fe cristiana se transforma en un proceso para asumir la pérdida, a través de diversas mediaciones simbólicas y rituales, que afirman que quien muere sigue vivo. Además, la fe que profesan los cristianos señala: “Creo en la resurrección de la carne”, donde los justos vivirán para siempre con Cristo resucitado. Esta fe culmina reconciliándonos con la muerte y así, la pena por la separación es más llevadera, humanizadora y se convierte en un proceso con sentido. Sin ir más lejos, San Francisco de Asís la llama “hermana muerte”. La fe cristiana nos dice que seguimos en comunión con los que han partido. La oración familiar, la conversación, las imágenes, nos van permitiendo llevar esta aflicción en un proceso de integración.
El Papa Francisco ha orado en este difícil tiempo por distintas intenciones, pero entre ellas lo ha hecho por los enfermos que fallecen en soledad. Él está consciente que en esta crisis morirá mucha gente, pero por la esperanza tendremos que salir adelante, aunque algunos se queden en el camino. Para él, la palabra de Dios es fundamental para el sostenimiento de las personas frente a la enfermedad, vulnerabilidad y muerte, heridas propias de todo ser humano. Él propone el “Plan para Resucitar” para el tiempo de la post-pandemia. En ella se escucha la voz de la profecía de Jeremías 31, 13 que es una luz para la noche del dolor que vivimos: “El Señor transformará el duelo en danza”.