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Columna de opinión: “Rentabilidad”, por prof. Jorge Mendoza

A la hora de buscar las raíces de los comportamientos en el ámbito económico, "el primer punto es indagar en el ser humano mismo, en su condición de tal, con la capacidad de hacer tanto el bien como el mal", propone el profesor Jorge Mendoza.

06.07.22

RENTABILIDAD

JORGE MENDOZA V.

 

            Con demasiada frecuencia nos encontramos frente a acciones dolosas en el ámbito económico que despiertan nuestra ira. Desde colusiones en diversos productos de consumo diario, pasando por sobreprecios abusivos, casos de corrupción, elusión de impuestos, destrucción del medio ambiente, invención de empresas cuyo único propósito es eludir legislaciones y encarecer, de paso, los precios de los bienes transados, por mencionar sólo algunos de los hechos más conocidos, llevan a cuestionarnos los comportamientos humanos en el ámbito de la actividad económica.

            Dos aspectos me parece que deben ser mirados con detenimiento. Por una parte los que toman esas decisiones en base al criterio de maximizar las ganancias, o rentabilidad, y, por otra parte, quienes ponen a disposición de estas políticas sus experticias profesionales para llevarlas a cabo. Respecto de lo primero no cabe sino constatar la perversión del propósito primario de la economía, esto es, la satisfacción de necesidades de los seres humanos. Con el paso del tiempo ya no son las necesidades las que rigen las decisiones económicas sino el afán de ganancia, lucro desmedido, rentabilidad o cualquier otro nombre que se le quiera poner a lo que en un principio fue efecto marginal y que ahora es el principal motivo de muchos emprendimientos. Cabe señalar que no todos los emprendimientos ni todos los emprendedores se mueven en esta lógica perversa. A pesar de esta última salvedad, creo que se ha diseñado una arquitectura económica cuyo propósito ya ni siquiera puede ser avalada por la consigna ideológica de la libre competencia en tanto que lo que hacen es, precisamente, eliminar la posibilidad de competir en igualdad de condiciones.

            Dicho lo anterior cabe mirar la toma de decisiones de lo que algunos han llamado “crimen racional” –particularmente el Premio Nobel de Economía Gary S. Becker-, vale decir que no es fruto de un momento, ocasión o simple impulsividad, sino que es pensado con anterioridad y evaluado en todos sus posibles riesgos. Se buscan los resquicios legales, los espacios no regulados o contemplados por el legislador y, en último término, si las sanciones a las que se pueden ver expuestos son menores que el margen de ganancia que se puede lograr con su accionar. Es la eficiencia en su grado sumo. No sólo para quien comete estos actos sino también para la sociedad y el Estado que también deben cuidar el equilibrio entre el costo de la persecución penal y el resarcimiento económico de una posible condena. Por lo tanto también resulta ser una cuestión de eficiencia económica.

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