Académico del ILCL PUCV realizó investigación sobre los imaginarios de la infancia en la poesía chilena
La principal línea de investigación del académico e investigador del Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje (ILCL) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Dr. Claudio Guerrero Valenzuela, estuvo por varios años centrada en las representaciones de infancia en la poesía chilena de la segunda mitad del siglo XX, lo que le permitió adjudicarse el 2012 un FONDECYT de iniciación donde abordó la historia de este imaginario. Esta investigación vino a complementar la tesis doctoral que se centró en elanálisis de cuatro destacados poetas de los años 50: Jorge Teillier, Efraín Barquero, Delia Domínguez y Enrique Lihn. El resultado de esta investigación que en total tardó unos nueve años, dio vida al libro Qué será de los niños que fuimos. Imaginarios de infancia en la poesía chilena (2017).
Para el autor, este libro de la editorial Ediciones Inubicalistas reescribe, para público general, diversos resultados de investigación que obtuvo desde sus primeros estudios doctorales y, de cierta manera, representa el fin de una fecunda línea de investigación que le permitió, entre otros, adjudicarse un proyecto de financiamiento FONDECYT y también otros fondos internos a través de los concursos de investigación PUCV y externos como la Beca CONICYT. A modo de comentario, el profesor Guerrero está iniciando una nueva línea de investigación avanzada en "Poéticas postdictatoriales, memoria y neoliberalismo en el Cono Sur: Chile y Argentina", lo que le permitió adjudicarse un FONDECYT regular el año recién pasado.
Desde esta perspectiva, visitamos en abril de este año al Dr. Claudio Guerrero en su oficina del ILCL en Sausalito, donde nos comentó parte importante de lo que significó para su carrera académica, investigar y analizar las estéticas de diversos poetas chilenos y cómo estos abordaron la infancia dependiendo del contexto histórico en el cual se encontraban inmersos, logrando ilustrar, de alguna manera, los grandes cambios sociales sucedidos en nuestro país durante el siglo XX.
En la oportunidad, además analizó en profundidad las políticas de investigación de la PUCV y comentó que ésta considera herramientas muy importantes para que los académicos puedan generar conocimientos de avanzada en las diversas áreas del saber.
¿De qué se trata y cuándo comienza su línea de investigación?
Formalmente, mi línea de investigación comenzó con un proyecto de tesis doctoral, en el que investigué los imaginarios de la infancia en la poesía chilena como problema cultural. En lo personal, fue muy interesante porque se vinculaba con aspectos muy trascendentes en mi vida, como el ser padre y el desarrollo de mi propia infancia, la que viví como un proceso complejo y determinado por la dictadura militar de los años 70’s y 80’s. De esta manera, siempre he intentado leer la literatura desde una dimensión contextual, atravesado además por las vivencias personales.
El proyecto inicial estuvo centrado en estudiar a cuatro poetas de los años cincuenta: Jorge Teillier, Efraín Barquero, Delia Domínguez y Enrique Lihn, y cómo éstos representaban la infancia, ya que, en mis investigaciones sobre el tema, me percaté que hubo una suerte de cambio de época producto de un acelerado proceso de modernización que hizo que ellos la tomaran como fuente de inspiración para sus poéticas.
¿Cuál es la relación que pudo establecer entre poesía, infancia y cambio de época?
Tras finalizar la dictadura el año 1990, vino una década donde el tema de la infancia tomó un rol fundamental en la poética chilena. Desde esta perspectiva, me pareció interesante analizar esta temática y vincularla con la poética de los años cincuenta. Fue así como decidí realizar una especie de viaje al pasado y comencé a recopilar información desde las primeras décadas del siglo, lo que me permitió construir una historia de la poesía chilena del siglo XX, para de alguna forma explicar la poesía contemporánea, a partir del legado que dejó la obra de dos poetas modernistas como Rubén Darío y José Martí, a quienes sindico como los padres de la poesía latinoamericana del siglo XX en lo que refiere a imaginarios de infancia.
De esta manera, encontré vínculos importantes entre los cambios de época y los procesos de modernización que generan inestabilidad en los sujetos, lo que provocaría esta vuelta a la infancia, principalmente desde un yo descentrado. Esta problemática que quise abordar desde una mirada crítica, me presentó interesantes interrogantes relacionadas con descubrir el por qué un adulto escribe sobre infancia y si esto iba de la mano con algún período de profundos cambios políticos, sociales y económicos.
¿Qué resultados te llamaron la atención de esta investigación?
En el caso de los poetas de la generación del cincuenta que empiezan a publicar a fines de esa década, época donde el existencialismo de la postguerra aún está presente, al mismo tiempo que se consolidan las capas medias profesionales, es posible encontrar a un poeta como Jorge Teillier, quien asocia la poesía infantil con un universo pueblerino, pre-moderno e inclusive anticapitalista. En ella aparecen como protagonistas sentimientos como la nostalgia y la melancolía. Además, utiliza como recurso literario volverse, entre comillas, un sujeto infantil que se asombra y que ve por primera vez el mundo. Desde esta perspectiva, podríamos decir que su obra se gesta desde un pasado que ya no existe, un pasado donde ocurre todo por primera vez y que podría interpretarse como el lugar del asombro, como resistencia a los cambios del presente.
En cambio, en la poesía de Enrique Lihn existe una lógica de infancia distinta, ya que la utiliza para volver a un pasado, al parecer bastante más confortable que su presente. Dicho de otra manera, escribe desde la mirada de un sujeto que no quiere ser adulto, preguntándose por el origen de esa incomodidad en una infancia que rápidamente se terminó. Su poemario La pieza oscura es, ese sentido, una de las piezas más notables de la poesía chilena del periodo.
Con Efraín Barquero la poesía cobra un sentido más emocional y familiar, ya que escribe un relato sobre el regreso de su padre fallecido. En su obra encontramos una especie de intento de vivir y sobrellevar el duelo, como una forma de cerrar este capítulo doloroso de su vida. En síntesis, escribe sobre la condición espectral del niño, que siempre pareciera estar, pero de manera velada.
Si a todo lo anterior sumamos la poesía de Delia Domínguez, podremos darnos cuenta que, en el proceso literario de estos 4 autores, la infancia aparece como un discurso que es una especie de invención, ya que el niño muy pocas veces recuerda su infancia, por tanto, es un espacio que llenamos discursivamente. En definitiva, un espacio que es pura potencia creativa, que es puro lenguaje.
¿Qué podemos concluir tras este análisis?
El valor de esta investigación inicial, radica en que nos motivó a investigar esta historia de la tradición poética chilena hacia atrás, desde Carlos Pezoa Véliz y Gabriela Mistral, y hacia adelante, hasta nuestros días. Fue así como logramos distinguir escritos literarios que imaginan la infancia, versus aquellos que están hechos o pensados para niños y, en este sentido, podemos afirmar que mayoritariamente la poesía chilena del siglo XX que ficcionaliza la infancia, es siempre representada desde unaa mirada adulta que problematiza el lugar común de la infancia como un tiempo bueno y bello. Todo lo contrario: la infancia en la poesía chilena es y ha sido siempre un lugar de disputa, un campo de batalla, un problemático modo de representar la realidad.
En los resultados de esta investigación, pudimos descubrir que el sujeto infantil, por una parte, no tiene edad y, por otra, ha sido pensado como una categoría cultural utilizada no solo por poetas, sino también por políticas educativas, y manifestaciones artísticas como el cine o la música, solo por dar algunos ejemplos. En esta lógica, encontramos películas como Valparaíso mi amor de Aldo Francia y Largo viaje de Patricio Kaulen, además de las canciones de cantautores nacionales como Víctor Jara y Violeta Parra. En todos ellos, el niño es un protagonista relevante para la construcción de un mundo que reflexiona sobre la pobreza y la desigualdad, por ejemplo.
También pude reconocer que hay diferentes períodos de la historia, donde la figura infantil asume un rol más protagonista en la poesía chilena. Esto se observa claramente entre los años 20’s y 60’s, época predecesora de una dictadura militar donde hay una especie de receso en el relato, que vuelve en gloria y majestad en los 90’s, etapa donde los poetas hicieron poesía a partir de una infancia traumatizada y con evidentes deseos de recomponerla.
¿Cómo ves su investigación a futuro?
La investigación sobre los imaginarios de la poesía infantil en Chile, es un tema tan amplio que podría ser infinito, debido a que tiene mucho potencial y una alta dosis de creatividad. En este contexto, el escribir y estudiar la infancia es un proceso complejo, de difícil entendimiento más allá del discurso literario. Al respecto y dejando en claro que hay mucho aún por investigar sobre este tema, he decidido finalizar esta línea de investigación con el libro Qué será de los niños que fuimos. Imaginarios de la infancia en la poesía chilena, en donde estudio a más de cuarenta poetas chilenos del siglo XX que escribieron al menos un libro con este motivo como eje central.
Sobre el presente y futuro, mi idea es asumir nuevos desafíos investigando sobre poesía actual, neoliberalismo y algunos ejes críticos de la memoria, en el desarrollo de mi última adjudicación FONDECYT: "Poéticas postdictatoriales, memoria y neoliberalismo en el Cono Sur: Chile y Argentina".
¿Cómo ha sido el apoyo de la PUCV en tu investigación?
Me siento inmensamente agradecido por la oportunidad no solo de enseñar, sino de poder investigar sobre temas que me apasionan. Desde esta mirada, solo puedo decir que la Universidad me ha entregado diversas herramientas para investigar y que han contribuido significativamente a mi desarrollo profesional, con el resultado de dejar un legado a las nuevas generaciones. Al respecto, cuando hablo de apoyo, no solo hago referencia al financiamiento, porque la vida del investigador es mucho más que aportes monetarios, es sentir que la universidad posibilita un espacio que permite generar distintos tipos de conocimiento, necesarios para el desarrollo de la sociedad.
No puedo dejar de agradecer también el apoyo de las personas con las que me ha tocado trabajar, ellas han sido muy amables y respetuosas, siempre interesadas en lo que uno hace. De esta manera y como santiaguino de nacimiento, solo puedo decir que la vida en la Región de Valparaíso me cambió el modo de ver las cosas. De hecho, últimamente me he interesado mucho por descubrir autores porteños que resultan absolutamente ignorados por la centralidad del saber.
Si tuviera que darle un consejo a las nuevas generaciones que quieren dedicarse a la investigación ¿Cuál sería?
He compartido con muy buenas generaciones de estudiantes, muchos de ellos interesados en seguir estudiando y con muchas condiciones para convertirse en investigadores, porque no solo se quedan con lo que pasamos en la clase, sino que siempre están motivados por aprender más. Para ellos, mi principal consejo es que sientan interés y amor por lo que hacen, ya que esto les abrirá muchas puertas.
Finalmente, les diría que tomen muy en cuenta la dimensión de la docencia, porque para un investigador es primordial poder transmitir el conocimiento, ya sea en formato de libro o trabajando con los estudiantes. Desde esta perspectiva, la línea investigativa adquiere mucho más sentido y posibilita generar conocimiento de avanzada cuanto más se pone en práctica.
Por Marcelo Vásquez, Periodista VRIEA PUCV