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Aportar desde la academia en tiempos de crisis

Compartimos columna del doctor José Marín, decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

07.11.2019

He perdido la cuenta de la cantidad de declaraciones que he leído en estos días que dicen lo mismo, y que es importante que se mencione: estamos frente a una crisis social de proporciones que nos obliga a replantearnos como sociedad, reconocer que hay demandas que son legítimas y que hay que escucharlas, que hay chilenos que han sufrido los efectos de la desigualdad pero no los del crecimiento económico, que el acceso a salud digna y educación de calidad e inclusiva es fundamental, que el Estado debe asegurar algunos mínimos en salarios y pensiones, etc. Todo eso es verdadero y justo. Que se condene la violencia desmedida o innecesaria de los cuerpos policiales o de las Fuerzas Armadas y se resguarden los Derechos Humanos también es legítimo y necesario. Pero no puedo aceptar que no se diga una sola palabra condenando la violencia y el vandalismo desatados desde el jueves 18 de octubre, contra la propiedad pública y privada, y que contribuyó a que esta situación se tornara aún más grave. Es inaceptable la justificación de la violencia, venga de donde venga; podremos analizar su origen y tratar de explicarla, pero jamás justificarla, pues de otro modo entramos en una espiral en que simplemente se impondrá el más fuerte.

Es increíble cómo esta crisis ha sido capaz de sacar lo mejor, pero también lo peor de cada uno. Hay gestos de grandeza que parecen diluirse entre tanta mezquindad, porque siempre se puede sacar un pequeño provecho, hasta de la desgracia ajena y de la compartida. Homo sum: nihil humani a me alienum puto, “humano soy, nada humano me es ajeno”, decía sabiamente Terencio. La naturaleza humana, sin freno, es temible. Es lo que siglos después reconocía Hobbes: homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre.

 “La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido, la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia capaz de comprenderlo todo incapacidad total para la acción. Cambiaron incluso el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para adecuarlas a su interpretación de los mismos... Quien tomaba medidas para que no hubiera necesidad de intrigas, pasaba por destructor de la unidad del partido. Muchas calamidades se abatieron sobre las ciudades con motivo de las luchas civiles, calamidades que ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma". Esto lo decía Tucídides, historiador griego, hace 25 siglos…

Es evidente el desastre cuando se mira el efecto en las calles de nuestras ciudades; elocuente y triste. No puedo leer una declaración más que no se haga cargo de la situación de angustia de muchos que se han quedado prácticamente sitiados en sus casas, y no por el toque de queda, sino por el miedo de ser atacados y saqueados. Fracta navi de mercibus disputo, decía San Jerónimo en medio de una crisis que concluyó con el saqueo y caída de Roma: la nave se hunde mientras discutimos quién se queda con su mercancía.

Frente a este escenario, quiero declarar que el mundo académico está disponible para el diálogo y la colaboración en todo aquello que le compete, en lo que le es propio y que puede y debe contribuir a superar esta crisis. Precisamente una crisis se define como el momento de las preguntas, y estas reclaman respuestas racionales y comprometidas, a fin de ganar el futuro que parece venírsenos encima. Estoy consciente de que a veces parece más duro enfrentar la historia que estudiarla, pero tampoco podemos dejar que la ola de la historia nos pase por encima, cual tsunami. Tenemos que enfrentar la “rompiente histórica”, diría Herrera, y sopesar con ponderación y prudencia la situación, reflexionar sobre nosotros mismos y nuestro quehacer. Una crisis puede abatir a una sociedad, o puede esta superarla y fortalecerse para enfrentar el porvenir.

En estos duros tiempos, que nos toca vivir, envío un saludo especial a profesores, funcionarios y estudiantes de esta Facultad, en la esperanza de que se encuentren bien, junto a sus familias. En segundo lugar, decirles que como Universidad y como Facultad, estamos preocupados por todos los miembros de nuestra comunidad. Ya he enviado a nuestras secretarias y personal de servicios, un mensaje en tal sentido, tal como al mundo académico.

He estado en contacto directo con algunos de ustedes, como también con directivos y Rectoría. Tras un diálogo reflexivo sobre la situación del país, el Consejo Superior acordó respaldar la declaración pública del rector. Nos parece positivo, por otra parte, adherir y apoyar la iniciativa, en relación a realizar en nuestra Casa de Estudios, particularmente en las distintas unidades académicas, actividades de reflexión universitaria denominadas “La PUCV piensa a Chile”.

A través de estas instancias se busca formular propuestas desde los distintos saberes disciplinarios, de modo de aportar al debate nacional en el contexto de la crisis que actualmente vive el país, proyectando un Chile más justo y solidario, con pleno respeto a la institucionalidad democrática. Me parece que para una universidad que es católica, se trata de un imperativo moral.

Apoyamos también el respeto por la diversidad y el pluralismo, que son valores que nos son propios. Nuestra Facultad –humanista y formadora de profesores- aportará a esta reflexión desde nuestro quehacer y desde sus saberes, colocando una vez más sus capacidades a disposición de Chile para contribuir a alcanzar la paz basada en la justicia.

(Esta columna fue escrita el día jueves 7 de noviembre. A la fecha de su publicación, y transcurrido más de un mes, recién aparecen declaraciones contundentes condenando categóricamente toda forma de violencia).