En el Salón de Honor de Casa Central se realizó la tradicional ceremonia en la que se incorporó como nuevo Profesor Emérito de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso al destacado académico del Instituto de Física, Carlos Wörner, quien cuenta con una extensa y significativa trayectoria en nuestra institución.
Durante la ceremonia se resaltaron diversas cualidades de su vida académica, su activa vocación de servicio y el ejercicio de múltiples funciones al interior de la Universidad, como director del Instituto de Física, director de Docencia, vicerrector de Investigación y Estudios Avanzados, y vicerrector de Desarrollo, entre otros cargos.
También se destacó su valiente labor durante el quiebre institucional de 1973, protegiendo a colegas y estudiantes, la creación del innovador curso “Física y Humor”, su relevante participación en la elaboración de los Estatutos Académicos de la Universidad, así como más de cinco décadas dedicadas a la formación integral de generaciones de estudiantes, su prolífica actividad investigativa y sus estrechos vínculos con instituciones internacionales.
Al respecto, el rector Nelson Vásquez señaló que contar con un nuevo Profesor Emérito constituye un reconocimiento de gran valor para una institución centenaria como la PUCV, y que este tipo de distinciones reflejan el crecimiento sostenido de la Universidad como referente nacional e internacional.
“Gracias a la existencia de Profesores Eméritos, es posible contar con una institución de estas características. En el caso del profesor Carlos Wörner, estamos hablando de alguien que contribuyó decididamente al desarrollo de su disciplina y de nuestra universidad, desempeñando diversos roles con un fuerte compromiso institucional. Representa fielmente el espíritu de la PUCV, aportando al bien común y al engrandecimiento de nuestra comunidad académica”, afirmó.
Uno de los momentos emotivos de la ceremonia fue el discurso Laudatio, a cargo del exrector Alfonso Muga, quien subrayó las cualidades personales y profesionales del homenajeado:
“Carlos Wörner es una figura destacada dentro de una generación de profesores que ayudó a construir esta Universidad desde la década de los sesenta, con lealtad, compromiso institucional, una ética irreprochable y una actitud que nunca buscó el protagonismo, sino que siempre actuó con respeto hacia sus colegas”, expresó.
Entre los hitos de su gestión, Muga recordó el papel clave del profesor Wörner como vicerrector de Desarrollo en la firma del contrato que más tarde posibilitó la creación del Campus Curauma.
El decano de la Facultad de Ciencias, Manuel Bravo, valoró profundamente el legado del profesor Wörner. “Este reconocimiento nos llena de orgullo como facultad, pues se otorga a un académico cuya trayectoria ha contribuido decisivamente al fortalecimiento del Instituto de Física, una unidad destacada por su desarrollo en investigación, postgrado y colaboración internacional. Claramente, la Universidad está en las raíces más profundas de su ADN”, destacó.
Ángel Romero, uno de sus colegas y cofundador del curso “Física y Humor”, recordó cómo surgió esta singular asignatura, inspirada en una revista estadounidense que circulaba entre los profesores y que siempre incluía un chiste relacionado con la ciencia.
“A Carlos se le ocurrió diseñar un curso para que los estudiantes pudieran comprender estos chistes. Inicialmente fue rechazado, pero pidió una audiencia y convenció a las autoridades. Fue el primer curso dictado simultáneamente por dos —y luego tres— profesores, y se convirtió en el más exitoso de su tiempo, especialmente entre los estudiantes no científicos. Siempre trabajamos juntos y nos apoyamos mutuamente”, relató.
PALABRAS DEL HOMENAJEADO
Al cierre de la ceremonia, el nuevo Profesor Emérito Carlos Wörner agradeció a la Universidad por este significativo reconocimiento.
“Este momento es la consecuencia lógica de una vida dedicada a la PUCV. He subido todos los escalones. Estoy profundamente agradecido por el cariño recibido. Llegué hace muchos años sin conocer la Universidad, solo sabía que estaba administrada por los jesuitas. Viví en un pensionado en calle Eusebio Lillo, y desde entonces he sido parte de este entramado que fuimos construyendo junto a figuras como Godofredo Iommi. En aquel tiempo todo giraba en torno a la Casa Central y tenía la gran ventaja de que todos nos conocíamos”, concluyó.
Por Juan Paulo Roldán
Dirección de Comunicación Estratégica