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Opinión: Sergio Marshall

Actualización 22 de Abril

La necesidad imperiosa de conocer nuestra respuesta inmune contra el virus.

La humanidad está a merced de un virus desconocido llamado SARS-CoV-2, por su similitud con el que generó la primera pandemia de este siglo en 2003 (SARS_CoV), pero lo suficientemente diferente para que en un corto tiempo, haya infectado a millones de personas en todo el mundo y ser el responsable de una patología, que tampoco conocemos en su real dimensión y que hemos denominado COVID-19 ("co" por Corona, "vi" por virus, "d" por disease o enfermedad en inglés y 19 por el año en que se manifestó).

¿Qué hemos aprendido desde su aparición en los últimos cuatro meses? Que es un virus con una altísima tasa de transmisión; que no existen terapias validadas para su control ni tampoco alternativas profilácticas para su prevención; y que la única opción que tenemos que asumir responsablemente para evitar una desastrosa propagación, es un estricto aislamiento social unido a un confinamiento prolongado que hoy, no sabemos cuanto durará.

Por lo tanto, es imperativo generar tratamientos sostenibles a la par de generar mecanismos preventivos, como son las anheladas vacunas. En este contexto, dentro de nuestras prioridades necesitamos saber cómo el sistema inmune humano está reaccionando para defendernos del virus y así promover su control a nivel individual y poblacional. La frase clave dicha entonces por muchos inmunólogos es "tenemos que entrenar a nuestro sistema inmune para eliminar eficientemente el nuevo virus".

Hay variadas líneas de investigación abiertas en el campo de la inmunología aplicada. Sin lugar a dudas la más conocida y anhelada es la de contar con una vacuna eficiente, que enseñe a las células del sistema inmune humano a destruir o aminorar la expresión del virus. Pero además de ello, el contar con una vacuna de alta eficiencia, logra otro objetivo fundamental, que es la llamada proveer a la especie humana de "inmunidad de rebaño" (del inglés "herd immunity") también denominada inmunidad de grupo o inmunidad colectiva, que describe un tipo de inmunidad que se produce cuando al vacunar a una parte de la población se proporciona protección indirecta a los individuos no vacunados.

Cuanta mayor es la proporción de individuos inmunes, menor es la probabilidad de que una persona susceptible entre en contacto con un individuo infectado. Entonces, necesitamos si o si una vacuna. Sin embargo, también sabemos que esto tomará tiempo, ya que no solo se tiene que generar la vacuna propiamente tal, sino también habrá que considerar los tiempos requeridos para una validación universal y su posterior escalamiento global.

Pero afortunadamente hay otras alternativas que nos están ayudando a entender como el sistema inmune se está defendiendo contra el virus. Una de ellas es trabajar con sueros de pacientes que han sobrevivido a la infección, que afortunadamente para este virus, constituye un número significativo.

La idea central es que estos sueros son considerados hiperinmunes y por lo tanto pueden ser transferidos a pacientes con carga viral alta para ayudarlos en su eventual recuperación. De validarse, constituiría una estrategia paliativa de aplicación inmediata. De hecho varios laboratorios y empresas internacionales, están usando modelos para generar kits que permitan evaluar el potencial real de estos sueros usando matrices con antígenos obtenidos de las tres pandemias de coronavirus que nos han afectado en este siglo (SARS-CoV, MERS-CoV, y SARS-CoV-2) y así generar ensayos de vigilancia serológica que permitan hacer de la inmunología una fortaleza en el control de este agresivo enemigo.