El casete como medio de grabación y reproducción de música permitió transportar los discos a un menor costo y ocupando un tamaño reducido, en comparación a su antecesor, el disco de acetato. Creado en 1963 por Lou Ottens, ingeniero de Philips, quien inventó un prototipo de plástico más barato, que favoreció la posibilidad de almacenar y reproducir música de manera más cotidiana.
Cassette significa “cajita” en francés y se refiere al envase que contiene dos pequeñas bobinas con una cinta magnética que las conecta. Entre los 70 y los 80, los casetes reinaban en el mundo de la música. A diferencia de los discos de vinilo, se podían llevar en mochilas y bolsillos para compartirse y resistían las complejidades de cada viaje dentro de un personal estéreo.
Además, podían adaptarse a los gustos del usuario, que creaban sus propias recopilaciones, las pioneras de las actuales listas de reproducción en internet. La masificación del disco compacto (CD en inglés) en los años 90 llevó al casete a la desaparición de las estanterías, pero se está volviendo a utilizar con otros objetivos.
La profesora del Instituto de Música de la PUCV, Laura Jordan, se adjudicó este año el proyecto Fondecyt titulado “Culturas del casete: tecnología, escucha y participación”, iniciativa que analiza este objeto en el contexto de realización de intercambios culturales en comunidades culturales específicas, así como para el desarrollo de prácticas individuales de escucha que comprenden diversos fines (diversión, contemplación, documentación y comunicación con otras personas).
“Lo que intentamos es dar cuenta de las distintas historias y usos que tiene esta tecnología de grabación en Chile. El proyecto contempla una parte histórica sobre el uso del casete en los años 70 y 80, como también durante la dictadura, sobre todo en un contexto político, vinculado con actividades de resistencia, clandestinidad, el vínculo con las comunidades en el exilio y llegaremos a las culturas actuales del casete, que es un dispositivo que se está volviendo a utilizar”, indicó.
En días en que se ve un aumento de las ventas de los vinilos y una masificación del streaming en internet, algunos artistas han vuelto a publicar en este formato, pero en nuestro país hay muchos grupos alternativos de la cultura “underground” que han mantenido editando discos en este formato, sobre todo en el ámbito del Metal como resistencia a la industria fonográfica tradicional y los grandes sellos.
“Lo que hemos observado es que justamente en algunas escenas de música alternativa hay un regreso al casete, que va pasando de mano en mano. A diferencia del vinilo, que es un artículo de alto valor y se aprecia por su alta calidad sonora, el casete articula a la nostalgia, pero es un dispositivo más barato y accesible. Por otro lado, vamos a estudiar las escenas del Metal que siempre han seguido editando casete”, expresó.
En Valparaíso, por ejemplo, hay todo un movimiento “underground”, donde se reciclan los casetes y se intervienen visualmente para desarrollar piezas únicas, que tienen un valor simbólico por su novedad y autenticidad. La académica del IMUS está trabajando con algunas agrupaciones de música experimental y sellos independientes que reutilizan los casetes, generando nuevas creaciones artísticas. Próximamente, también tienen contemplado compartir este medio con nuevas generaciones para tener sus impresiones.
“El casete es una tecnología que permite a los usuarios intervenirlos. El concepto de compilación de canciones (Mix Tape) es central en la cultura del casete, pues permite que las personas puedan seleccionar canciones de la radio, hacer nuevas mezclas o grabarse en casa. Es una dimensión creativa que es única y pionera en ese dispositivo. Algo se replicó con el CD después y hoy tenemos grabadores en los celulares, pero fue muy importante en su momento”, añadió.
CONECTANDO HISTORIAS EN TIEMPOS DE REPRESIÓN
La profesora Jordán se encuentra investigando el archivo personal del grupo Quilapayún junto al estudiante de postdoctorado PUCV Javier Rodríguez. Este material es custodiado por la Católica de Chile en Santiago, el que cuenta con una amplia colección de casetes, donde existen algunas cartas sonoras y registros de ensayos, apariciones en la televisión francesa e intercambios de grabaciones entre la agrupación y el conjunto Ortiga, donde se van narrando aspectos sobre la Cantata de los Derechos Humanos que se compuso en 1978 y se grabó en 1979.
“El casete también se usaba como medio de comunicación y para coordinarse entre los conjuntos. Algunos se grababan en casete y se demoraban mucho en contestarse, en un contexto de exilio, donde había que cruzar el océano Atlántico. Hay un aspecto interactivo valioso del casete”, complementó la investigadora.
Próximamente, se trabajará con el fondo documental del sello “Raíces” que está alojado en la Biblioteca Nacional de Chile y en marzo del próximo año arribará el etnomusicólogo peruano Julio Mendívil para abordar los distintos usos del casete, compartiendo una experiencia similar a la nuestra en el contexto de la Nueva Canción Chilena.
El proyecto de la académica pone atención a tres temporalidades posibles: una mirada al pasado, al presente y finalmente una exploración a la relación entre ambas, a través de la puesta en valor de colecciones privadas. “Como hipótesis principal se considera que el casete ha jugado un rol importante en prácticas musicales independientes en Chile, tanto profesionales como aficionadas, gracias a sus características materiales: bajo costo, portabilidad y ductilidad”, concluyó la profesora.
Por Juan Paulo Roldán
Dirección de Comunicación Estratégica