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El recluso

Un recluso iba a ser trasladado de una a otra prisión y para ello debía atravesar toda la ciudad. Le colocaron sobre la cabeza un tarro lleno de aceite hasta el borde y le dijeron: -Un verdugo, con una afilada espada, caminará detrás de ti. En el mismo momento en que derrames una gota de aceite, te cortará la cabeza.

Sacaron al recluso de la celda y le colocaron el tarro con aceite sobre la cabeza. Comenzó a caminar con mucho cuidado, en tanto el verdugo iba detrás de él.

Había llegado a pleno centro de la ciudad cuando de repente también llegaron al mismo lugar un grupo de bailarinas preciosas y voluptuosas.

La pregunta es: ¿Logró el recluso no ladear la cabeza para mirar a las bailarinas y así mantenerla a salvo, o, por el contrario, negligentemente, miró a las bailarinas y le cortaron la cabeza?

*El Maestro dice: Los que no permanecen atentos es como si ya estuvieran muertos.