El rey Ashoka y la anciana
Los dominios del gran rey Ashoka, el Gran Emperador Budista de la India, eran inmensos. Aparte de poderoso, el pueblo lo quería por ser justo y benevolente como gobernante.
Un día volviendo de una cacería se acercó a las orillas del Ganges para que su caballo tomara agua pero se sorprendió al ver cómo el gran río sagrado cambiaba de dirección de sus aguas siguiendo las órdenes de una viejita flaca y pobre que estaba de pie junto a la orilla. El rey Ashoka creyó que era una diosa y se postró ante ella. Ella lo calmó y le dijo que sólo pero era una pobre "mujer de la vida", una prostituta callejera. La mujer insistió que la naturaleza la obedecía como una mascota entrenada porque los dioses la habían premiado con ese don.
Por primera vez el Gran Emperador se sintió frágil y vulnerable, cómo era posible que esa vieja miserable fuera más poderosa que él?
-¿Cómo haces para el río cambie de dirección, llueva cuando tú lo ordenas y el sol se mueva a tu antojo? ¿Por qué los dioses te han premiado?
La vieja le contó su penosa vida como prostituta callejera.
- Siempre he tratado a todos mis clientes con respeto, a todos los he atendido por igual sin discriminarlos si eran bonitos o feos, jóvenes o viejos, rico o pobres, delincuentes o buenos padres. Ese es el secreto de mi poder que los dioses me han reconocido.
Se despidió con gran humildad del Emperador y se fue caminando por la orilla del río. Los sabios y ministros de la corte bajaron sus cabezas a su paso y miraron al rey Ashoka profundamente impresionados.