Homilía del Gran Canciller PUCV, misa de anticipo de navidad
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy damos inicio al segundo momento del Adviento, una etapa de preparación inmediata para la Navidad. En este contexto, la liturgia nos invita a centrar nuestra mirada en el misterio de la Encarnación. La oración colecta de esta misa resume de manera hermosa la esencia de este misterio:
"Señor Dios y redentor del hombre, tú quisiste que tu Palabra se encarnara en el seno de una Madre siempre virgen; concédenos participar de la vida divina que tu Hijo único, asumiendo nuestra misma naturaleza, nos ha otorgado."
Este clamor nos sitúa ante el misterio central de nuestra fe: un Dios que, por amor, no solo visita a su pueblo, sino que asume nuestra humanidad y se hace uno de nosotros. La Encarnación es el acto sublime en el que el Hijo de Dios, al revestirse de nuestra frágil condición, dignifica nuestra naturaleza para siempre y nos hace partícipes de su eternidad.
1. El misterio de la Encarnación y la genealogía de Jesús
El Evangelio de hoy, tomado de Mateo, nos presenta la genealogía de Jesús (Mt 1, 1-17), un pasaje que a primera vista podría parecer una simple lista de nombres. Sin embargo, esta genealogía es mucho más que eso: es un recordatorio de que la salvación ocurre en el corazón de la historia humana, con todas sus luces y sombras.
Cada nombre representa una vida, una historia, un momento en el que Dios actuó para llevar adelante su plan de salvación. Encontramos en esta lista a personajes grandes y pequeños, santos y pecadores, figuras conocidas y otras casi anónimas. Este linaje culmina en María, esposa de José y Madre de Jesús, quien, en su humildad y confianza absoluta en Dios, se convierte en el puente entre la humanidad y la divinidad.
Esta genealogía nos enseña que Dios entra en nuestra historia tal como somos, asumiendo nuestras limitaciones para elevarnos y darnos la posibilidad de participar en su vida divina. Es un testimonio de que Dios obra a través de la fragilidad y la sencillez.
2. Un centenario como signo de misión y renovación
En este año, celebramos el centenario de la Diócesis de Valparaíso y nos preparamos para los festejos del centenario de nuestra Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Estos hitos son motivo de alegría y acción de gracias, pero también de reflexión profunda.
Como comunidad universitaria, estamos invitados a replantear continuamente nuestra misión a la luz del Evangelio. En un mundo que enfrenta crisis sociales, éticas y ecológicas, debemos reafirmar nuestro compromiso con la dignidad de la persona humana, base de una antropología cristiana auténtica.
La Encarnación nos recuerda que la dignidad de cada hombre y mujer no radica en su productividad o utilidad dentro de una sociedad marcada por el capitalismo, sino en el hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, redimidos por Cristo. Este principio fundamental debe guiar nuestro trabajo educativo: formar no solo mentes brillantes, sino corazones comprometidos con la transformación de la sociedad según el Evangelio de Jesucristo.
3. La universidad como lugar de creatividad y esperanza
En este contexto, el Papa Francisco, en continuidad con el Concilio Vaticano II, nos llama a ser una Iglesia creativa, empática y misericordiosa. Este llamado resuena de manera especial en una universidad católica. Nuestra misión no es solo transmitir conocimientos, sino también inspirar nuevas formas de humanismo, donde el amor por el mundo y la esperanza en el futuro sean protagonistas.
En este sentido, quisiera traer a colación las palabras del Cardenal José Tolentino de Mendonça: “Hoy como ayer, la Iglesia los necesita y se dirige a ustedes,” dijo Pablo VI a los artistas al clausurar el Concilio Vaticano II. Y añade Tolentino: “Necesitamos poetas, nuevos narradores, guardianes de la humanidad, capaces de encontrar palabras de esperanza y de ayudarnos a retomar una relación más sana y equilibrada con la naturaleza.”
En una universidad como ésta, somos llamados a formar a esos “poetas y narradores”: personas capaces de humanizar las experiencias, tejer redes de fraternidad donde haya división y narrar historias de esperanza en medio de un mundo herido.
4. El desafío de educar para transformar
Nuestra misión, como universidad que se prepara para celebrar su centenario, es clara: educar para transformar, porque “educar es un acto de esperanza”. Esto implica poner la dignidad de la persona humana en el centro de nuestras disciplinas y estructuras. Requiere revisitar las visiones de hombre y mujer que guían nuestra acción educativa, orientándolas hacia una antropología cristiana que responda a las preguntas fundamentales de nuestro tiempo: ¿Qué significa ser hombre o mujer? ¿Para qué vivimos? ¿De dónde venimos?
En un mundo impactado por avances como la Inteligencia Artificial, nuestra universidad debe ser un espacio donde el misterio de la Encarnación inspire una comprensión integral del ser humano, evitando las divisiones y reduccionismos de las corrientes contemporáneas que deshumanizan.
La Encarnación nos recuerda que Jesucristo asumió nuestra naturaleza humana para transformarla desde dentro. De manera similar, nuestra universidad debe ser un lugar donde la humanidad de cada persona sea reconocida, defendida y promovida.
5. Conclusión: Navidad como signo de esperanza y creatividad
Al acercarnos a la Navidad, recordemos que el misterio del nacimiento de Jesús es un signo de la creatividad infinita de Dios. Así como Él se hizo hombre en la humildad de un pesebre, también nosotros estamos invitados a encarnar su mensaje en los contextos humildes y complejos de nuestra realidad.
Que María, Madre de Dios y Madre de nuestra universidad, la Stella Maris, interceda por nosotros para que podamos responder con generosidad a este llamado. Que en este Adviento renovemos nuestro compromiso de ser una comunidad que educa, transforma y construye un futuro más humano y cristiano.
Amén.