El último concilio ecuménico de la Iglesia Católica comenzó el 11 de octubre de 1962 y contempló la realización de cuatro sesiones que finalizaron en 1965, donde un total de 2.450 obispos de todo el mundo debatieron en relación a la promoción de la Fe católica, lograr una renovación moral de la vida cristiana desde los fieles y adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades de un nuevo tiempo.
El Concilio Vaticano II fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, no solo para la Iglesia Católica sino que para el mundo en general, debido a su impacto e influencia en diversas esferas sociales, culturales y políticas en una década de fuertes cambios.
En la oportunidad, se efectuó un profundo debate en materia doctrinal y pastoral entre obispos con diferentes visiones sobre la Iglesia. El diálogo, la apertura y la actualización fueron los conceptos dominantes. El resultado fue una serie de cambios sustanciales como el acercamiento con otras religiones, la voluntad de acrecentar la presencia de la Iglesia en los medios de comunicación para anunciar el Evangelio al mundo moderno y reforzar el papel de los laicos en la iglesia.
La decana de la Facultad Eclesiástica de Teología, Loreto Moya, expresó que el Concilio Vaticano II fue una buena noticia para la Iglesia de la época, pues nos invitó a un “aggiornamento” o renovación en un proceso donde los padres conciliares se reunieron en diversas sesiones para reflexionar sobre la Iglesia como también la relación de ella con el mundo.
“El Papa Juan XXIII usó la metáfora del aggiornamento abriendo las ventanas de la Iglesia para que entre el espíritu. Dentro de los aspectos que vale destacar de este cambio que significó el Concilio Vaticano II es una Iglesia que se abre al diálogo con el mundo, donde se reconoce que en él hay presencia de Dios. El Concilio a través de la Constitución Gaudium et Spes nos invita a ser capaces de reconocer en la historia de la humanidad los signos de Dios. Ese es un concepto que nos permite entender que hay que mirar a los otros con los ojos de Dios para descubrir cómo actúa en la historia”
Otro aspecto a destacar es que se pudo restablecer el diálogo ecuménico, donde se llama a la unidad respetando a la diversidad. “En el Concilio se reconoce que en las otras religiones también está Dios y se favorece el diálogo ecuménico e interreligioso. Es una iglesia que se mira a sí misma sobre su estructura y misión, el para qué de la iglesia, lo que fue una pregunta fundamental”, indicó la decana.
EL ROL DE LOS LAICOS
Sobre el rol de los laicos, el Concilio Vaticano II les dio un mayor protagonismo en el anuncio del Evangelio, lo que fue una novedad y que se percibe hasta hoy en día. Es una Iglesia que es capaz de mirar la tradición y desde allí proyectar el futuro.
En ese sentido, el Profesor Emérito de la Escuela de Derecho, Carlos Salinas, recordó que el Concilio Vaticano II significó “poner a la Iglesia a la altura de los tiempos modernos, pero sin desconectarse de su historia, en directa continuidad con ella, a pesar de algunas visiones que ha pretendido plantearlo como una ruptura con lo anterior. Un Concilio no se implementa de un día para otro, por lo que su puesta en práctica todavía sigue adelante y en esa tarea está empeñado el Papa Francisco”.
Si bien las circunstancias históricas de hoy son diversas a las que existían cuando se llevaron adelante los planteamientos eclesiológicos y doctrinales del Concilio Vaticano II, éstos siguen teniendo plena vigencia, advierte Salinas. “Pienso en el reconocimiento de la tarea de los laicos en la Iglesia y el rol de la mujer o el reconocimiento del derecho de libertad religiosa. Algunas decisiones importantes del Papa Francisco no podrían estar tomándose sin estos pasos previos. Tres ejemplos: el proceso sinodal que está llevando adelante, la incorporación de los laicos y las mujeres en las tareas de gobierno de la Iglesia y el diálogo con otras confesiones”, añadió.
CÓMO SE VIVIÓ EN CHILE
El Doctor Honoris Causa y ex Vice Gran Canciller de la PUCV, Padre Jorge Sapunar reflexionó sobre el impacto del Concilio Vaticano II en nuestro país. “El Episcopado chileno comenzó desde Roma en la última sesión a pensar cómo aplicar estas medidas a la realidad nuestra. Posteriormente, en Puebla (México) con el Papa Juan Pablo II se reunieron representantes de los obispos de toda América Latina y allí se conversó sobre la aplicación de los documentos a las entidades locales”, añadió.
“Lo más valioso del Concilio Vaticano II fue que comenzó un proceso que todavía se está desarrollando y ha adquirido distintas formas, de mayor participación del pueblo de Dios en discernir sobre lo que se debe hacer. Hoy se habla mucho de la sinodalidad, en que se busca una mayor participación de todo el pueblo de Dios”, expresó.
El Concilio Vaticano II promulgó diversos documentos, el último de los cuales se produjo cuando había concluido: el Código de Derecho Canónico de 1983, que el Papa Juan Pablo II denominó el Concilio puesto en cánones y el último documento conciliar. “Es el texto que rige la vida de los fieles en la actualidad, el que culmina con una frase que recoge toda la sabiduría conciliar y de la Iglesia: dichas normas han de tener siempre en cuenta la salus animarum, la salvación de las almas, que ha de ser siempre la ley suprema de la Iglesia”, concluye el profesor Carlos Salinas.
Por Juan Paulo Roldán
Dirección de Comunicación Estratégica