Por Raúl Allard Neumann, director del Magíster en Relaciones Internacionales PUCV
El anuncio y la firma en Cuba del cese al fuego y a las hostilidades entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) contó con la presencia de cinco jefes de Estado latinoamericanos, el Secretario General de la ONU, el canciller de Noruega y otras autoridades, lo que muestra la capacidad de los colombianos de finalmente resolver un problema que parecía insoluble. Este acuerdo ejemplifica también que América Latina es capaz de asumir sus propios problemas, consolidarse como una zona de paz e intervenir en una de las nuevas amenazas en materia de seguridad: la guerra civil internacional.
El conflicto en Colombia tiene una larga historia que partió con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, líder de la izquierda liberal en 1948, lo que ocurrió en pleno proceso de constitución de la OEA y obstaculizó una evolución política pluralista.
Las negociaciones para lograr la paz debieron ir mucho más allá del “alto al fuego” y el desarme. Incluyó el ámbito del narcotráfico y los cambios político-sociales demandados por los insurgentes. Frente a ello, el gobierno respondió a una sociedad políticamente más evolucionada.
La “cultura de la violencia” proviene del siglo XIX y ha sido muy difícil de erradicar. También está la perspectiva de las víctimas, la gran variedad de temas que las FARC pusieron en la mesa de negociación, las complejidades de su reinserción en la vida civil y los lazos entre guerrillas y el crimen organizado.
Cabe resaltar la variedad de actores que cooperaron en el proceso. El Presidente Santos, aún a riesgo de dar más legitimidad a las guerrillas, buscó y obtuvo apoyo de Cuba y Noruega como mediadores, países como Venezuela y Chile fueron acompañantes junto al aporte de la ONU y organismos transnacionales.
El contexto internacional está en la naturaleza misma del proceso: un conflicto interno civil que se internacionaliza con diversos apoyos y detractores, que en ambas partes piden mediación en el extranjero. Las amenazas diversificadas a la seguridad han sido una constante en el sistema internacional reciente y aunque la realidad colombiana es especial, en este caso la cultura de la violencia y el no respeto a la vida sobrevivieron largamente a la Guerra Fría.
Ha ayudado la relativa y mayor madurez de América Latina como actor internacional que se mantiene en el Sistema Interamericano y al mismo tiempo apoyó las conversaciones desde sus propios organismos regionales y con aquellos países que el propio Presidente Santos consideró adecuados.
La presencia en las negociaciones de Noruega muestra un apoyo europeo importante por parte de un país siempre dispuesto a mediar en causas complejas. Otro desafío es que el cumplimiento de los acuerdos requerirá del apoyo de la comunidad internacional con misiones militares sin armas y recursos del BID para la fase post conflicto.
Con este paso, América Latina se instala como una zona de paz y un actor internacional más evolucionado. En tanto, Colombia puede mirar su futuro de manera positiva en el contexto de la globalización.
Dirección General de Vinculación con el Medio